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domingo, 13 de marzo de 2016

Su risa le dio sentido a mi juventud.


¿Recuerdas la primera vez que se puso una camisa tuya para andar descalza por tu casa? Fue la mañana de un domingo de resaca, claro que lo recuerdas. Ese domingo floreció la primavera y saliste a ver las flores de su mano por aquella avenida en la que todo el mundo parecía contemplaros con asombro. Nunca has vuelto a comprar una camisa sin acordarte de ella, de cómo quedaría en su clavícula, de cómo le arrancarías los botones cualquier madrugada inoportuna para comprobar que ella era el mejor traje del mundo. "Eres un cobarde" lo repites al espejo cuando acabas de probártela. Un cobarde es lo que eres. Porque ella ya no está, ni su pecho caliente en tus camisas, ni su risa dándole sentido a la juventud. Ella ya no está porque tú así lo quisiste, porque escondías demasiado miedo en los bolsillos y ella no quiso vivir temerosa. Se quería tanto a sí misma que no tuviste que repetírselo dos veces, se vistió y se fue. Dejó encima de la cama tu camisa y se apagó el sol de mayo. "Eres un niño asustado y perdido" y cerró la puerta. "Ayúdame a crecer" pero ella ya no estaba, nunca te escuchó, nunca volviste a saber de ella, nunca tuviste valor para llamarla y decirle que por ella y con ella te harías valiente. Su cuerpo quedaba bien en tus camisas, su pelo quedaba bien en tu almohada, su inteligencia quedaba bien en tus ojos, su carácter le quedaba bien a tu soberbia. Pero qué estoy diciendo, es que ella, por si misma, le queda bien a la vida. Es tan libre, tan salvaje, tan de verdad que temiste no estar jamás a la altura. Y por eso mismo la perdiste, y ahora tienes que continuar sabiendo que la vida te ofreció la mejor oportunidad del mundo y fuiste el niño tonto que no supo aprovecharla. Que es cierto que para el resto del mundo la historia se quedó en un domingo de resaca, pero que tú no has vuelto a arrancar ninguna hoja del calendario porque se te paró la vida el día que te dijo adiós.

"Me llevo ésta" y cuelgas otra camisa sin estrenar en el armario, por si ella algún día vuelve a andar descalza por tu casa todos los domingos que te queden. Pero ella no va a volver, porque si hubieras dejado atrás al niño, serías tú quien la buscaría en lugar de esperar inútilmente.




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