Le haría un traje de oro a tu envidia para
que por lo menos brillará algo de lo que tienes.
Pero no lo hago porque sería como ponerle
venda a unos ojos que sólo merecen ver realidad.
Una persona tan obsesionada con los
errores ajenos, no puede amar ni una sola de sus virtudes. Y qué triste.
Yo prefiero las cicatrices de quien valora
sus golpes antes que los falsos tesoros de quien nunca se siente agradecido.
Ya ves, soy sólo carne y hueso, pero mi
corazón cotiza en la bolsa de las personas felices.
Perdóname por no hacer caso a las críticas
insanas, dejo apuntado el mensaje en mi memoria a corto plazo, por si en alguna
de mis futuras vidas tengo tiempo para analizar bajezas.
De momento me quedo viviendo, que es lo
que mejor se me da, y cuando lo haga mal rectificaré con honores, sin trajes
prestados de oro, con sonrisas regaladas de purpurina.
Estoy dedicándote unas palabras, y,
sobretodo, algo de tiempo, pero no te sientas especial, lo hago por mí, para
tatuarme que no debo dejarme impresionar por falsas apariencias nunca más, para
poder ponerle flores a la tumba de la codicia.
Aquí
ya huele a primavera
y no
queda sitio para ti.
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