Léeme:

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martes, 1 de marzo de 2016

Aquí ya huele a primavera.

Le haría un traje de oro a tu envidia para que por lo menos brillará algo de lo que tienes.
Pero no lo hago porque sería como ponerle venda a unos ojos que sólo merecen ver realidad.
Una persona tan obsesionada con los errores ajenos, no puede amar ni una sola de sus virtudes. Y qué triste.
Yo prefiero las cicatrices de quien valora sus golpes antes que los falsos tesoros de quien nunca se siente agradecido.
Ya ves, soy sólo carne y hueso, pero mi corazón cotiza en la bolsa de las personas felices.
Perdóname por no hacer caso a las críticas insanas, dejo apuntado el mensaje en mi memoria a corto plazo, por si en alguna de mis futuras vidas tengo tiempo para analizar bajezas.
De momento me quedo viviendo, que es lo que mejor se me da, y cuando lo haga mal rectificaré con honores, sin trajes prestados de oro, con sonrisas regaladas de purpurina.

Estoy dedicándote unas palabras, y, sobretodo, algo de tiempo, pero no te sientas especial, lo hago por mí, para tatuarme que no debo dejarme impresionar por falsas apariencias nunca más, para poder ponerle flores a la tumba de la codicia.

Aquí ya huele a primavera

y no queda sitio para ti.



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