Léeme:

Siguenos en Blogger Siguenos en Facebook Síguenos en Twitter

domingo, 29 de julio de 2018

El día que te enamoraste.

       Todos conservamos un amor magnánimo en el olvido que no se olvida, en el silencio que grita, en la música que ya no suena, en las palabras que ya no existen. Todos conservamos un amor maltrecho, nunca acabado y siempre maldito, erróneo y triunfal, bello en sus defectos, imposible pero real. Todos conservamos un amor inmenso que no pudo ser, pero fue. Y tú, eres el mío. Aunque ya no te escriba, pues durante un tiempo tuve pánico a desangrarme por los dedos de tanto escribirte, aunque ya no hable de ti porque no tenga nada que decir, aunque ya no mencione tu nombre como una quimera, sino como un ascenso en la carrera de obstáculos que tuve que superar para superarte. Aunque ya no, nunca jamás, tú sí, siempre, conmigo.

         Verás, un día te dije que te había mentido, y lo cierto es que no he parado de hacerlo desde entonces. Te mentí cuando dije que te había olvidado, pero también cuando te dije que no vendrían otros. Porque sí que vinieron, sabes, otros ante quienes me desnudé en cuerpo y alma, que supieron tocar teclas aproximadas, nunca exactas, pero a veces suficientes. Otros cuyo final nunca significó un precipicio, ni siquiera un fracaso, porque nunca fueron para mí un verdadero destino, sino, únicamente, el salvoconducto de tu huida. Pero vinieron otros y me despreocupé por dónde ibas tú, mucho más por con quién lo hacías. Sin embargo, has vuelto una y otra vez a mí, como el eco de un grito que te recuerda quien eres, como vuelven los marineros al sitio que les vio nacer cuando se ahogan entre la belleza del infinito mar. Como vuelve a casa quien, en realidad, nunca se ha marchado del todo. En definitiva, como si te sintiera parte de mi hogar en mitad de tantas aventuras.

         Has vuelto tantas veces, que, a veces, se me olvida que olvidarte era justo y necesario. Que todavía habrá quien quiera suprimir una sola más de mis letras hablando de ti, porque no las mereces. Pero el amor no es una cuestión sencilla, por mucho que tratemos de simplificarlo en estos tiempos que corren. El amor no es sólo una elección, aunque consista en elegirse por encima de todo a una misma. El amor no es decidir olvidar mañana a quien te conviene y comenzar de cero con quien te compensa. El amor no es estadística, ni matemáticas. Y si es ciencia que me arranquen tu olor del pecho.

         Todos tenemos un amor que nos costó superar más de un verano y más de siete navidades. Un amor que todavía nos hace estremecernos al pasar por la calle en la que nos dimos ese primer beso. Un amor que nos hace mirar con insuficiencia todo lo demás, porque el conformismo, cuando se ha tocado el cielo, sabe a muy poco. Un amor que nos enseñó a amar y también a equivocarnos, pero, sobre todo, a amarnos a nosotras mismas. Un amor al que hubiéramos vuelto cientos de veces porque nada era más sensato que ser feliz.

         No importa si ese amor te acompaña ahora, si duró dos noches de verano o una noche de Navidad, si le besaste por última vez hace tres años, dos lustros o una semana. No importa si fueron las circunstancias, la juventud o el maldito orgullo lo que os separó. No importa si ya no puede ser o si todavía crees que es posible. No importa si ya rehízo su vida, si tú ya eres feliz en otros brazos, o si ambos estáis en paz sin pareja. No importa si el destino te llevó a vivir lejos, o si seguís cruzándoos en la plaza de siempre, en la ciudad de siempre, la que os vio crecer, amar y decir adiós en los mejores años de vuestra vida. No importa que olvidaros fuera la meta y quereros se convirtiera en la mejor carrera de juventud. Porque si has llegado hasta aquí es porque hay un nombre rebotando en tu cabeza. Porque si todavía estás leyendo es porque durante un lapso temporal fuiste tan feliz que no sabías expresarlo en palabras, pero eran bastantes las sonrisas. Porque aquel sábado de noviembre sentiste que la vida te daba un premio tan valioso que pediste tres veces poder parar el tiempo. Porque tuviste el privilegio de amar y ser amada, y eso, en estos tiempos que corren, es una suerte que sólo pueden valorar los que han podido experimentarlo.