Léeme:

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martes, 29 de noviembre de 2016

Hasta que llegaste tú.

Mira, yo crecí pensando que el amor era como una inversión en la que tú dabas lo mejor de ti, y a cambio, con el tiempo, recibías los intereses en dosis de tranquilidad, apoyo y calma. O sea, crecí creyendo que lo principal era el tiempo que compartías con esa persona y las experiencias que os unían. Y que cuantos más momentos juntos, cuantos más viajes, más noches de vigilia, más fotos antiguas y más personas en común conocierais, más grande sería ese amor. Por eso después llegaban las bodas, los hijos, las hipotecas, los planes de pensiones y hasta los esperados viajes del imserso. Pasaron los años, y a los veintitantos todavía no había conocido a nadie con quien me apeteciera, ni siquiera, compartir un triste alquiler. Todos mis proyectos de futuro hablaban de mí misma realizando los sueños por los que siempre luché. Me volví autosuficiente, independiente y una mujer extraordinariamente realizada, que conseguía cualquier propósito. Pero el príncipe de la hipoteca y los proyectos en común no llegaba por ninguna parte, por mucho que algunos me ofrecieran desde el principio un castillo en el que yo siempre me sentía encerrada, víctima de un cuento que ya había dejado de creerme a los veinticinco. 

            Hasta que llegaste tú, que tienes de caballero lo mismo que yo de princesa, que jamás me hablaste de historias azules, pero me llenaste el cuerpo de besos de todos los colores. Mira yo no sé si mi forma de enamorarme es errónea, si hago bien o mal en renunciar a las inversiones de futuro por alguien a quien todos los presentes le caben en las dos mismas manos con que me acaricia, lo que sí sé es que cuando tú me miras y me sonríes yo siento que nadie ha escrito una definición más precisa de amor que tu risa. Lo que pasa, es que cuando desheché la idea infantil de amor que tenía en mi cabeza, dejé de buscar a alguien que me llenara de rutinas vacías de emoción. Entonces apareciste tú y ya no quise estar con nadie más. Nunca. Porque me enseñaste que el tiempo no medía los sentimientos, que tú y yo en dos horas construimos un para siempre, en cuatro miradas descubrimos todos los miedos que escondían nuestros ojos y en siete besos estábamos derrochando toda la felicidad que nos cabía en el cuerpo entre abrazos cálidos y sonrisas compartidas. No hubo unas manos que supieran ser tan precisas para aliviar la tensión de mis hombros, no hubo unos besos que abrieran tan de golpe las puertas del paraíso, ni unos ojos en los que yo fuera capaz de hacer tantos viajes a la luna. No soy la típica mujer romántica, de hecho me cuesta horrores decir un simple 'te quiero', pero es que hay veces que con sólo sentirte cerca creo que el corazón se me va a salir por la boca. Puede que sea una historia de mucho tiempo, pero de pocos viajes, amigos en común y despertares juntos. Pero no dudes que mi amor representa la pureza de quien cambiaría cualquier bien por proteger la sonrisa del ser amado. No dudes que te quiero, porque hace mucho tiempo que no sé hacer nada sin acordarme de ti, sin pensar que juntos somos mejores y que mi proyecto es quererte ahora, en presente, ser feliz entre tus brazos y confirmarte una y otra vez que encontrarnos fue la casualidad a la que más suerte le cabía del mundo. Ahora lo sé, el amor es un abrazo de reencuentro, un olor que conviertes en patria, una sonrisa cómplice, un susurro en la oreja, una caricia en la cintura y la sensación de euforia más bonita del mundo.


El amor eres tú, me sobran los proyectos.


lunes, 28 de noviembre de 2016

Renuncio a olvidarte.

Renuncio a olvidarte y a fingir que te he olvidado, a morderme los labios cada vez que suben por mi garganta las siete letras de tu nombre amenazando con romperme las cuerdas vocales. No puedo y no quiero seguir haciendo como que ya no, cuando ahora y por bastante tiempo, sí. Renuncio a decir que no has sido para tanto cuando en realidad cambiaste mi forma de ver la vida, me enseñaste un mundo lleno de viajes a la luna, y me ofreciste las líneas de tus manos para que dibujara un presente repleto de pasiones. Que no, que no te he olvidado. Que aún recuerdo tu forma canalla de encenderte el cigarro entre sonrisas de picardía, y esa otra de olerme el pelo que me caía a la altura de la clavícula.

Ya ves, que me van a dar el Goya a la mejor actriz de reparto de tu vida, porque quizás es cierto que jamás conseguiré el papel protagonista, pero durante meses llené de luz el escenario de tus ojos. Tus ojos joder, que cómo voy a olvidarme de ellos, si yo era guapa, poderosa y diosa en su reflejo. Si me he columpiado en tus pestañas después de un orgasmo y he alcanzado el cielo con los dedos de los píes sin más empuje que tu complicidad. Les he mentido a todos para sobrevivir, a ti al que más, para que no te creas que puedes irte y volver cuando quieras, para que no me nombres ciudad de vacaciones cuando merezco ser hogar. Pues eso, mi niño, que me he llenado de orgullo, de desplantes y de reproches para no dejarte volver. Y que ha habido otros, y he clamado al cielo para que llegaran a atraerme la mitad de lo que tú lo haces, porque lo merecen más, pero que todavía no existe autoridad sensata que dirija a un corazón. Y también sé que hay otras, y me importa un bledo, y les agradezco que te amen y te cuiden, porque ya sé que no me borran. Porque las personas somos insustituibles, y tengo que aprender a vivir sin comparar al resto de mortales contigo, sin buscar tus sensaciones en otros besos, pero dame tiempo, déjame que aún pronuncie tu nombre entre copas, y que me vibre de emoción la boca del estómago cuando te veo de lejos. Ya tendré tiempo para matar poco a poco las mariposas supervivientes de esta guerra absurda. Que sí, que hoy renuncio a olvidar lo inolvidable y también a callármelo. Y es que quizás no se trata de olvidarnos, sino de seguir viviendo con los bolsillos cargados de experiencias.

Te estoy queriendo en presente, mi niño, aunque el destino ya no nos describa nunca más en términos de futuro.


- Imagen película "El diario de Noa".

sábado, 26 de noviembre de 2016

Deseos.

Vuelves a ser el deseo que pido al soplar las velas
en otro cumpleaños en el que decides no estar.
Y me parece mentira que fuera yo
La que te echara de una vida
Que brilla menos desde intento apagar lo nuestro.

Y me parece que sea mentira,
Porque ojalá lo fuera tu ausencia.
Pero estos pulmones, vacíos de tus pasiones
Siguen echando de menos el humo de tus cenizas.

Ya ves, que te sigo queriendo tanto
Como te quería en aquella fiesta
En la que aún no sabía que te iba a querer siempre.

Pongo la cara de las fotos de cumpleaños feliz
Que mis padres coleccionan
La sonrisa de la mujer sin costuras en el alma
Que mis amigos se merecen,
Y disimulo que esta felicidad tan hermosa que me inunda
No está manchada por la única ausencia
De alguien a quien yo misma retiré la invitación.

Imagino que no, que no quiero que vuelvas.
Y aprieto con fuerza los ojos
Para ver si así me lo creo.

Y tú no vuelves
Y yo doy las gracias,
Porque lo agradezco todo
Con la culpa silenciosa de saber
Que todo lo cambiaría
por un momento en el que tú volvieras.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

No me preguntes por él.

No me preguntes ni siquiera por él, que tú has vivido lo nuestro como vive un guionista el estreno de su propia película: desde fuera pero con los detalles más privados narrados en primera persona.
No me preguntes si su risa sigue pareciéndome el amanecer en el que descansan los temores más oscuros, ni si era verdad que con él hubiera empezado desde cero tantas veces como me lo hubieran permitido las fuerzas inmensurables de este amor.
No te atrevas a preguntarme si lo usé como pura distracción, o si fue un capricho más entre tantos al que sigo mirando con atracción. Porque ya sabes que los polos opuestos se atraen; que si él era el Norte, yo pretendí ser Sur, pero ardíamos tanto que nunca conseguimos hacer hielo.
No me preguntes si son rencores lo que ocultan mis ojos, porque ya no sé de qué manera disfrazar el amor para que parezca indiferencia
No sé cómo asesinar a sangre fría los recuerdos más bonitos de mi experiencia y atreverme a acariciarlos sin que las letras de su nombre se me derrumben por exceso de melancolía
No me preguntes si algunas mañanas todavía me columpio en el recuerdo del idílico contoneo que hacia su corbata mientras yo le ajustaba el nudo antes de darle un último beso de buena suerte.
No te creas todo lo que oigas y escucha, aunque sea por una vez, lo que dicen nuestros ojos cuando intentamos callarlo todo. Tú que eres su amigo y que protegerás su felicidad como se deben proteger los tesoros más importantes, entenderás que yo me habría rendido en todas las guerras por salvaguardar su nombre, que habría hecho de su propia paz mi única causa y jamás le habría abandonado.
Tú que eres su amigo y juras quererle en lo bueno y en lo malo, sabrás que nunca ha hablado tan bonito como cuando contaba que lo bueno era yo. 
A ti, que eres su amigo y ni por asomo el mío, voy a confesarte que le quise con la valentía suficiente para hacer mías sus ruinas, y con el optimismo necesario para transformarlas en pasiones.
Por eso tú, que todo lo has visto pero que nada sabes, no creas que fui una mentira, porque yo con él y por él, sólo quise ser la verdad absoluta que el amor representa.

Y no me preguntes más, que voy a confesártelo bajito, para que él no nos escuche: le quise tanto y tan bonito que todavía le quiero



domingo, 20 de noviembre de 2016

Los amigos.

¿Has pensado alguna vez cómo sería tu vida si no estuvieran ellos?

Nadie se pondría en Carnavales el disfraz más bochornoso del mundo de no tener con quién compartirlo. Nadie se reiría de una caída en público si no fuera por esos amigos que todavía lloran de la risa contigo al recordarla. Nadie saldría de casa, un sábado por la noche, en el que sabe que acabará hablando del tema de siempre, de la persona de siempre, del amor de siempre. Nadie tendría un viaje que organizar, un hobby que compartir, o un momento que inmortalizar con una cámara. Nadie se dejaría los píes bailando en la tarima de una discoteca hasta altas horas de la madrugada, entre confesiones personales y anécdotas desternillantes. Nadie podría sentarse a asumir que se ha equivocado, sin que un amigo, vestido de conciencia, le dijera que esta vez el error es suyo y le ayudara a recapacitar. Nadie se daría cuenta, una mañana triste, de que hay unos oídos dispuestos siempre a escuchar unas disculpas y unos abrazos que saben hablar de perdón.
De no ser por los amigos, nadie cogería el móvil, a cualquier hora del día o de la noche, para dar una noticia trágica sin más solución que una necesaria sonrisa de apoyo. Nadie asumiría un reto, en el que sabe que puede caerse mil veces, si no dispusiera de manos fuertes dispuestas a levantarle. Si no fuera por ellos, nadie tendría tantísimo cariño a unas manías que le desquician y a un carácter que, a veces, le desespera. No existirían los recuerdos de la playa en verano, las fotos irreconocibles de otras épocas y la felicitación sincera de buenos deseos en Navidad. Un amigo también es un súper héroe sin capa, pero siempre de guardia para defenderte de cualquiera que se atreva a ponerte en peligro. Si no tuviéramos amigos, no tendríamos a quien acudir cuando la suerte nos mira de frente, cuando un sueño se descubra realidad y cuando el amor llama nuevamente a nuestra puerta. Sin amigos no habría consejos, ni conversaciones melancólicas a altas horas de la madrugada, ni secretos compartidos, ni emociones en lágrimas, ni un golpe de realidad cuando la venda te había dejado ciega.


Y es que “la vida está hecha para compartirla”, para crearla, para disfrutarla. Y, dime, ¿con quién mejor que con los amigos?


miércoles, 16 de noviembre de 2016

El amor.

En las canciones y en los poemas,
en la risa precipitada de la juventud
en el abrazo aventurero del amante,
y hasta en el subconsciente más profundo.
Lo gritan, lo hablan, lo rompen, lo cantan y algunos hasta lo callan.
que no hay nada escrito que supere nuestros ojos,
Y pareciera que lo inventas para mí, que yo lo lleno de significado para ti,
Pero, cuando nosotros nos miramos
ni propósito de amor que no acabe en tu boca. En definitiva, todos escribimos sobre lo mismo: el amor.
con tanta intensidad.
tengo la arrogante sensación,
de que nadie lo ha sentido antes



sábado, 12 de noviembre de 2016

Qué bonita la vida.

Qué bonito sentir que la vida te premia. Qué bonito levantarse por las mañanas repleta de perdones. Qué bonito acostarse por la noche cargada de sonrisas. Qué bonito pararme a besarte por la calle sin importarme el que dirán. Joder, qué bonito querer y sentirse querida, y a la mierda con el conformismo. Qué bonito haber luchado, haber arriesgado y haber ganado. Que qué bonito el miedo a perder lo que se tiene, cuando lo que se tiene es demasiado. Qué bonito que te abracen tus amigas y qué bonito, también, que se metan contigo y te desquicien, porque hay bromas que sólo pueden hacer los que te quieren bien. Qué bonitos los retos y las metas, y el sacrificio por conseguir tus sueños. Qué bonito es llenarse los ojos de colores alegres y de miradas cómplices. Qué bonito es coincidir, después del desastre, con alguien que al fin te comprende y te valora. Qué bonitas las tormentas de cine y chucherías para dos. Qué bonitas las barbas de tres días y los besos que acaban en sonrisa. Qué bonitas las noches que se hacen día y los amaneceres bailongos. Qué bonita la música, tu música, tu risa, tu sonido y tu bostezo. Sí, también tu bostezo, tu sueño...tus ganas de soñar, mejor dicho. Y qué bonito el primer mensaje, y el segundo, y aquel decimosexto que llegó cuando ya no lo esperabas. Y qué bonitos los buenos días y las buenas noches, y el respeto. Sobre todo, qué bonito el respeto, siempre y en todo momento. Qué bonita mi vergüenza y tu picardía, y qué bonitas las ganas de empezar todo desde cero. Qué bonitos los niños jugando en el parque, y los que te sonríen cuando les sacas la lengua. Qué bonita mi familia y su empeño en tratarme como si fuera una niña. Qué bonito el orgullo de los que apostaron por ti desde el principio. Qué bonito caerse y que te encuentres con diez manos dispuestas a levantarte. Qué bonito que haya gente que no necesite oír tus explicaciones, porque, simplemente, confía en ti. Qué bonito tu olor a hogar, a honestidad. Qué bonito que me quieras así, tal como soy, tal y como no supieron quererme otros. Qué bonito que ellos no me quisieran, porque me han dado la oportunidad de quererte ahora, que sé más que nunca lo que me importa.
Que qué bonita la vida, joder, qué bonita.





miércoles, 2 de noviembre de 2016

Cada día cuenta.

Cada vez que alguien dice: “maldita rutina”, yo le respondo: “pobre del que no la tiene”. Pobre la persona a la que no le suena el despertador para comenzar a cumplir sus sueños, pobre el que no se levanta con las legañas llenas de recuerdos bonitos, pobre del que no recibe ni un sólo “buenos días” de la gente que le aprecia. Porque yo bendigo la rutina de los besos antes de dormir, del cansancio agotador que supone haber tenido un día completo, de las comidas calientes que te salvan del invierno, y del olor a crema después de cada ducha. Pobre del que no tiene rutina. Pobre del que no llena cada día la mochila de proyectos nuevos, y se acuesta pensando en mejorar. Pobre el que no intercambia miradas repetidas que implican siempre novedad, y no comparte carcajadas amigas que desintegran los problemas. Pobre el que no ama la rutina de quejarse un poquito los lunes, de buscar la excusa perfecta para comerse un dulce y alegrarlo, o de reivindicar, un martes por la mañana, el derecho a embarcarse en una nueva ilusión. Pobre el que no encuentra motivos para celebrar, un sábado por la noche, la rutina de permanecer al lado de los que quieres, pobre el que no tiene una persona a la que nombrar entre brindis, y un hombro en el que llorar todos los domingos de lluvia. Pobre el que no disfruta del paseo de los viernes, de los encontronazos inesperados que la casualidad te ofrece, o del desayuno sin prisas los fines de semana. Y más pobre todavía, el que no se conmueve con la injusticia ajena, el que no tiembla de ilusión planeando las vacaciones, el que no da todos los besos que quiere, sólo por pensar, que la rutina le permitirá dar muchos más. Porque ése no sabe que la vida se acaba, que la rutina se elige, y que un simple detalle puede hacer que cada día sea especial.

Sí, maldita la rutina de no tenerla, de no aprovecharla, y de no saber disfrutar de lo que se tiene, que siempre es mucho más de lo que se agradece.