Hay unos superhéroes de bata blanca dejándose la piel
cada día para salvarnos a todos. Tienen la virtud de ser muy veloces cuando
corren por largos pasillos y cuando, en tan sólo unos segundos, tienen que tomar
las decisiones más importantes de la vida. También tienen el don de saber tocar
la tecla exacta para que los corazones bombeen correctamente, para que los
niños sean capaces de sonreír en el lugar donde nunca deberían haber estado y
para que los abuelos se sientan como en casa junto a ellos.
Obtener el título de superhéroe no es una lotería ni un
premio, de hecho les cuesta años, sacrificio y tesón conseguir la ansiada bata.
Además, el cargo les carga de responsabilidades, de días difíciles y de
batallas por librar.
Por unos motivos u otros, en los últimos años he tenido
varias experiencias médicas que, con independencia del resultado, me han hecho
darme cuenta de la suerte de equipos socio sanitarios que nos atienden.
Por eso, desde esta plataforma que, como siempre digo,
nace del y para el amor, quiero aprovechar para dar las gracias a esos magos de
bata blanca y sonrisa delicada, a los ingenieros de la cirugía, a los expertos
en la salud de nuestros niños, a los valientes que se enfrentan a la dureza de
una planta de oncología y lo hacen, además, con el mejor talante y comprensión.
Gracias a los enfermeros y a las médicas, por no
desfallecer nunca, por pasar horas y horas cubriendo las urgencias con cientos
de casos y pacientes diversos, sabiendo cómo actuar en cada momento, sabiendo
tranquilizar a familiares y, en muchos casos (los peores) teniendo que ser
mensajeros de malas noticias.
Gracias por las dosis de esperanza científica que ponéis
al explicar un tratamiento, por coger las manos de nuestros mayores cuando os
cuentan vivencias que van mucho más allá del estado de salud, por ser seres
pacientes y sacrificados con vuestra gran labor.
Gracias a los celadores, a los auxiliares y a
absolutamente todos los profesionales de la rama sanitaria, que con esmero y optimismo
hacen mejor la vida de los pacientes en las circunstancias más complejas.
De verdad, gracias. Porque sin cada uno de vosotros que
un buen día os sacrificasteis para sacar adelante una carrera de enorme
dificultad y más tarde una especialidad, no sería posible gozar de la sanidad
que tenemos y hacerlo, además, con plena confianza en vuestro modo de actuar.
Jóvenes estudiantes, aspirantes a medicina, enfermería, o a cualquiera de sus
ramas, no os desaniméis, no os rindáis, no perdáis la esperanza, porque algún
día alguien os mirará a los ojos poniendo toda su fe en vosotros. Porque algún
día alguien cogerá vuestra mano, -quizá todavía pequeñita, quizá ya arrugada-,
para transmitiros su confianza en vuestra capacidad y talento.
No puedo olvidarme de los que dedicáis vuestra vida a la
investigación y a la búsqueda de nuevos tratamientos, porque hacéis posible la
mejora en la calidad de vida de miles de personas y la curación de otras
muchas.
Desde aquí, quiero también hacer un llamamiento a todos
los que acudimos a los centros sanitarios, para pedir la misma paciencia con el
resto de pacientes y con los profesionales de la sanidad, que requerimos cuando
se nos atiende.
De corazón, gracias.