Léeme:

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viernes, 31 de julio de 2015

Sueño.

A veces sueño con tener un hijo. Comprarle una camiseta de The Beatles y enseñarle el "Imagine all the people living life in peace" desde que tenga uso de razón. Llevarle a pasear al parque y explicarle que todos los niños son igual de válidos que él. Impulsarle a conseguir sus sueños, desde la construcción de un enorme castillo de arena, hasta las pretensiones más fantasiosas de un adolescente. Sueño con tener un hijo y darle hermanos para que aprenda a ceder en beneficio de los demás. Quiero enseñarle a decir que no, el derecho a negarse a todo aquello que le hace daño. Quererle desmesuradamente para que él se quiera a sí mismo también. Bromear con sus defectos, y con los míos, y normalizarlos hasta que desaparezcan los complejos. Sueño con tener un hijo y respetar sus decisiones, sus gustos, sus manías, aprender que no es una continuación de mí misma, si no una persona completa. Sentirme orgullosa de sus triunfos y llorar junto a él sus fracasos. Sueño con tener un hijo que adore la vida y el mundo tanto como lo hago yo, que tolere la diversidad, que ayude a los demás y que se arriesgue por lo que desea. Sueño con tener un hijo que viva sin miedo, que no sea un mero espectador, si no el protagonista de su propia vida.



miércoles, 29 de julio de 2015

Estoy, que es lo que cuenta.

Estoy cansada de soñar contigo,
de levantarme sin ti cuando aún no ha amanecido
y de desayunar café y ausencia.

Estoy enfadada por las respuestas que me debes
a las preguntas que yo nunca me atreví a hacer
sobre una vida que a los dos nos acojona.

Estoy harta de todas las veces que te vas sin irte
de todas las puertas que cierras
y de todas las ventanas que abren tus ojos.

Estoy decepcionada por eso de que tu orgullo gane a tus ganas,
por aquello de que la felicidad nunca te es suficiente,
y por la negra bandera de tu barato conformismo.

Estoy triste por todos los miedos que me gustaría borrarte
por todos los besos desperdiciados
y por los abrazos en los que sigues sintiéndote solo.

Estoy muerta de miedo por tanta incomprensión
porque no entiendo cómo has provocado tanto en tan poco
cómo me has hecho tan feliz con tan poco.



lunes, 27 de julio de 2015

La soberbia.

Algunos dicen que su peor defecto es la soberbia. 
Lo dicen porque sonríe mientras baila, porque es feliz casi en cualquier parte, porque se quiere y se aleja de los que no lo hacen. La llaman soberbia cuando lo que quieren es expresar la envidia que les produce tanto desparpajo. Hace mucho tiempo que comprendió que si confiaba en cuatro personas, iban a fallarle ocho. Que cuando abrazara con los ojos cerrados no podría ver los miles de ojos que la observan. Que sus decisiones iban a ser siempre cuestionadas por un grupo de personas que jamás se atreverían a andar su mismo camino. Que nunca iba a ser suficientemente guapa para algunos ni tan formal como otros querrían. Comprendió también que los besos que mejor saben son los que se dan con rabia y que no tiene dueño, precisamente, para no preocuparse de compromisos ajenos. Que la palabra libertad es el gran amor de su vida y que está dispuesta a dar todas las explicaciones que hagan falta siempre y cuando no la hayan sentenciado antes de pedirlas. Sabe que ha cometido casi más errores que aciertos y que jamás quiere olvidarse ni de unos ni de otros. Que ha amado hasta romperse, pero no tiene que reprocharse haberse retirado antes de intentarlo. Que hay muy pocas personas que no juzguen el trasfondo de sus actos, pero que son las únicas que realmente la quieren. Que sólo la conocen los que entienden el origen de sus defectos y son capaces de lidiar con ellos. Ella sabe que siempre habrá quien la juzgue por ser feliz, y hace mucho tiempo que dejó de importarle. Se siente libre para organizar su vida, responsable para asumir las consecuencias de sus actos, y decidida a no tolerar ningún reproche que no le corresponda. Por eso, ella sigue amando con todo el alma, abrazando con los ojos cerrados y el alma llena, besando con rabia y pasión y bailando con la sonrisa puesta. Por eso, ella sigue decidiendo su camino, sigue caminando con la mirada al frente, sigue confiando en los que quiere y sigue asumiendo que ser juzgada es el peso que tienes que pagar por ser tú mismo.