Léeme:

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jueves, 20 de septiembre de 2018

Miedos.

A veces tengo miedo. Un miedo oscuro, punzante, pesado, nocturno, real aunque imaginario. A veces tengo miedo. Miedo a que no me quieran. A no volver a querer a nadie igual. A suspender los exámenes. A quedarme sin trabajo. Miedo. A que no suene el teléfono. A que suene para avisar de una tragedia. A los accidentes. A volar. Miedo a perder a mi padre, porque no soportaría la orfandad de quien me enseñó a ser. Miedo a que enferme mi madre, porque su dolor me incapacitaría. Miedo. A la vejez.  A envejecer sola. A no llegar a vieja. A suspender la oposición. A aprobarla y que no me guste el trabajo después. Miedo a tener que marcharme de mi ciudad. Miedo a tener que volver a vivir allí. Miedo a la intolerancia. Miedo al dolor. A veces tengo miedo al miedo. Miedo. A no gustar a los demás. A no gustarme a mí misma, qué horror, qué miedo. Miedo a morir sin haber hecho nada interesante. Miedo a no calar en la vida de nadie. Miedo a que el último beso sea de verdad el último. Miedo a no volverle a ver. Miedo a cruzármele en la esquina de la calle por la que me da miedo pasar. Miedo a que me ahoguen los pagos. A hablar en público. A hacer el ridículo. A equivocarme. Miedo. A quedarme embarazada. A no poder hacerlo jamás. A la paternidad y sus responsabilidades. A no ser una buena madre. A que me sean infiel. A enamorarme de otro. A las alturas. A la oscuridad. Miedo. Miedo a la vergüenza que me da reconocerme débil. Miedo. A no ser suficiente, bastante, demasiado, excesiva. Miedo a los ruidos del techo, de la puerta, del sótano. Miedo. A que me quieran sólo por mi físico. Miedo a que nadie me quiera por mi físico. Miedo a pasarme de lista. A que me tomen por tonta. Miedo a la cobardía. Miedo al dolor de mis hermanos, que es tan inevitable como inaguantable. Miedo a que me dé un infarto al corazón roto. Miedo a perder el tiempo en tonterías. Miedo a exigirme demasiado. Miedo. A perder la inspiración. A que se me acaben las palabras. A defraudar a los que esperan de mí una letra.

Miedo.
Miedo.
Miedo.
Miedo.

No todos míos. Algunos prestados, enumerados, ocurridos, verbalizados al azar. Miedo. Miedo, yo que no hay virtud en el mundo que valore más que la valentía. Yo, que me los trago. Tú, que te los callas. Él, que los grita. Ella, que los evita. Ellos, que los afrontan. Miedos. Humanos, naturales, personales, fundados o sin razón. Miedos. Miedos que no reconocemos, que guardamos en cajones al borde del llanto. Que volcamos en sábanas ajenas esperando que no nos persigan. Que no expresamos. Miedos que nunca desaparecen con el silencio, que deberían servir para acercarnos, para abrazarnos más, para querernos mejor, para empatizar sin fisuras. Miedos que tendrían que obligarnos a conversar con lágrimas y sin ellas, con risas y entre bromas, con ánimos y abrazos. Miedos a los que jamás deberíamos permitirles decir que nos vamos a la cama porque tenemos mucho sueño, cuando en realidad tenemos mucho miedo y nos apetece hablar de ello. Miedos que no tendrían que avergonzarnos, sino ayudar a conocernos, a querernos a nosotros mismos, a comprendernos, a liberarnos, a abrazarnos. El miedo es tan normal como lo es la alegría, el amor o la tristeza. Te lo digo siempre y nunca es suficiente: quiérete.


domingo, 9 de septiembre de 2018

Sí a la vida.


No te conformes nunca con menos de lo que mereces. Y no olvides jamás que lo mereces todo. No te creas a los que hablan de sus vidas como si fueran perfectas en cada uno de sus días. Y no olvides que la perfección es tan subjetiva como la belleza. No subestimes tus capacidades y no dejes de celebrar ni uno solo de tus méritos. No perdones lo que consideras imperdonable, pero no te llenes de ese rencor rancio que ensucia las almas bonitas. No tengas miedo a la novedad y no le temas al compromiso de lo estable. No dejes que te digan que no es para tanto lo que para ti es un mundo y no te quedes con los que hacen de tu mundo un lugar sin relevancia. No te estanques en lo que ya conoces, pero no dejes de lado a aquellos que realmente te conocen. No cambies lo que eres por lo que esperan que seas y no te canses de mejorar para ti misma. No dejes de decir no a lo que te daña y sí a lo que te alegra.
Sí al amor. Sí a la vocación. Sí a jugar como un niño. Sí a reír a carcajadas. Sí a llorar cuando haga falta. Sí a la amistad. Sí a bailar bajo la lluvia. Sí a saltar encima de la cama. Sí a los besos. Sí al abrazo de mamá. Sí al consejo de papa. Sí a la tarta de chocolate. Sí a la constancia. Sí a correr al atardecer. Sí al olor a campo. Sí al sonido de las olas del mar. Sí a vivir a tu manera. Sí a tus defectos. Sí a tus virtudes.

SÍ A LA VIDA.