Léeme:

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lunes, 29 de febrero de 2016

Que lo mío con su risa había sido un pasatiempo.

Le dije que no quería volver a saber nada de él. Mentí. Mirándole a los ojos, mentí. Le dije que durante su ausencia no le había echado de menos. Mentí. Que ha habido otros detrás de él. Que las noches ahora vuelven a ser cálidas. Cuantas mentiras. Le dije que no había sabido hacerme feliz, que fue un capricho entre tantos. Mentí al decirle que yo nunca me enamoro, que lo mío con su risa había sido un pasatiempo. Que nunca había sentido celos al verle acercarse a otra, que me era indiferente con quién compartiera almohada. Él agachó la vista y yo le seguí mintiendo. Mentí porque hay mentiras que son barcos en mitad del mar, porque hay verdades que ahogan. No fue por orgullo, lo juro. Mucho menos por despecho. Fue por supervivencia. Mentí por no admitirle que si volvía a besarme terminaría de romperme. Mentí por no reconocer que a mí ya no me quedan argumentos para defenderle, para excusar sus idas y venidas ante la gente que siempre quiere quedarse a mi lado. Porque si no le mentía tenía que asumir que desaparecer de su vida fue un último intento de salvación. Que no soporto imaginar que mira a otras con los mismos ojos que me mira a mí y que me aterra recordar lo indefenso que le sentía en mis brazos. Le mentí porque hablarle de mis ansias por buscarle era igual que abandonar las armas y entregarse al enemigo. Que quise correr y hablarle de amor pero no lo hice por miedo a que no comprendiera mis palabras. Y que por eso le escribo lo que nunca le voy a dejar leer mientras a la cara le miento. Porque ya sé que lo que mal empieza, mal acaba. Porque esta vez tenía que proteger mi suerte. Mentí porque él no dudó en hacerlo, porque yo le hablé de felicidad y él prefirió no creerme. Que no era importante para mí, eso le dije y no me tembló la voz. Porque preferí mentir una vez a vivir con incertidumbre toda la vida. Mentí porque no podía seguir quemándome en el infierno de las dudas, porque nadie debe luchar para que le quieran. Elegí que se fuera porque nunca se quedaba del todo. Y es que sus decisiones son tan absurdas como mis mentiras, y he preferido darle verdaderos motivos para desconfiar de mi, así no tiene que inventárselos. Mentí para ponerle fácil la huida, para que en sus noches no volviera a soñar con abrazos valientes. Para que crea que no existo, que fui un espejismo. Para que se vaya él, por si acaso yo no consigo abandonar. 



miércoles, 24 de febrero de 2016

Me gustas tú. Me gusto yo. Y viceversa.

Me encanta besar el sabor de la cerveza en tus labios. Las bocas imperfectas. Las narices rojas en invierno. Que me cuenten la aventura que hay detrás de cada cicatriz. Acariciar la cicatriz de tu costado. Las pecas en la cara. Los lunares de tu espalda. La sensación de velocidad. La adrenalina de un primer mordisco. Bailar sin ritmo pero con ganas. Agarrarme fuerte para bailar pegada a ti. El sexo sin tabús. Las casualidades inesperadas. Maquillarme en un retrovisor mientras te espero a la salida del trabajo. Mirarme fijamente con alguien que me gusta. Que me mires mientras estoy desprevenida. Inventarme las canciones en el coche con mis amigas. Haberte encontrado en mitad de esa canción que se convirtió en nuestra. La complicidad del silencio. Gritar que te amo. Los ataques de risa sin motivo. Matarte a  cosquillas. Aprender algo nuevo cada día. Que me enseñes algo de mí misma en cada caricia. Los días tontos, atontados, tontunos y en paz. La paz en general. Las noches de tranquis. Las resacas haciendo memoria. Escribir sobre lo nuestro. Que sepas leer en braille en mi pecho. Reconciliarme contigo. Enfadarme de broma para matar la monotonía. La gente sin perfume. La pizza con extra de queso. Comerte a besos. El olor a bebé. Las sonrisas ladeadas. El ajetreo de Madrid. La tranquilidad del Retiro. Tus suspiros en mi nuca. Dormir contigo la siesta en verano. Andar semidesnuda por nuestra casa. Querer(te) sin límites.

Me gusta vivir. Me gusta sentir que vivo. Me gusta sentir que la vida es sencilla. Me gusta no morirme un poco cada día, sino nacer nuevamente cada mañana. Me gustas tú. Me gusto yo. Y viceversa. Me gusta vivirlo todo al lado de la gente que me hace sentirme viva.



domingo, 21 de febrero de 2016

La felicidad.

Una tarde de domingo viendo tu serie favorita. Un beso de la abuela en la nariz. Encontrar el curro de tu vida y, que no sea de aquello para lo que te habías formado, pero que te dé igual porque te encanta. Las flores de primavera en los balcones de tu barrio. El cielo de Madrid en un día de junio. Un abrazo de bienvenida en la terminal de un aeropuerto. El olor que desprende el pelo de la persona que amas. Tu chico calentándote las manos con las suyas en pleno invierno. Los mofletes quemados por el sol cualquier día de piscina. Encontrar al amor de tu vida la noche más inesperada. Que el amor sea correspondido, aunque dure lo que dura el verano. El apoyo de tus amigos de verdad. Las anécdotas con la gente con la que te has criado. Una mirada de deseo en mitad del bullicio. Escribir poesía una tarde de lluvia. La piel erizada con un beso en el cuello. Los ataques de risa en los momentos más inoportunos. Las situaciones vergonzosas que te matan a carcajadas al recordarlas con el tiempo. Una llamada a deshoras. Un te quiero en susurros. Un secreto entre dos. La complicidad de una media sonrisa. Un sobresaliente en tu asignatura favorita. Un complejo superado con dosis de autoestima. Besos, besos y más besos. Una nota de audio diciéndote que te quieren, aunque mañana no recuerden haberla enviado. El orgullo con el que te miran papá y mamá cada vez que triunfas. El olor a ropa limpia en el patio del pueblo. Sentirte guapa, sentirte amada, sentirte deseada. Un perdón a quien quieres, un perdón a ti mismo.
Que sonrías al recordar algunas de estas sensaciones. Que seas capaz de vivirlas todas. Que seas consciente de lo fácil que es a veces conseguir la felicidad.


lunes, 15 de febrero de 2016

Estamos viviendo.

No quiero que te arrepientas de nada de lo que hagas de corazón. De nada, óyeme bien. Ni
siquiera de los errores que cometas conmigo. Siente, actúa, asume las consecuencias de tus actos y respétate a ti mismo. Que sí, que te vas a estrellar y no siempre habrá alguien esperándote abajo para curar tus heridas. A veces tienes que levantarte solo. Pero por favor, no dejes de arriesgar por eso. No dejes de actuar y de vivir simplemente por miedo a las heridas. Si te pasas media vida dando explicaciones por todos tus actos, te vas a perder media vida de experiencias. No pierdas el tiempo con quien no se lo merece, con quien te someta constantemente al castigo de la culpa y la penitencia. Sólo van a traer lamentos a una vida que debes vivir hasta agotar tu existencia. A mí me gusta la gente que grita, que estalla de felicidad, de amor, y también de rabia. La gente que protesta por una causa decente y que arriesga todas sus fichas porque no le importa ganar, sino disfrutar de la partida. Me gusta la gente con expectativas, con sueños, con ilusiones, que se enfrentan de cara al miedo, que se caen, se levantan y continúan. La gente absolutamente real, sin máscaras, sin ficciones, que celebra sus lágrimas, sus éxitos y los éxitos de las personas que quiere. La gente que se ríe de los conflictos sin importancia y comprende que la tristeza llega más tarde para quienes son capaces de burlar sus propios complejos. Ya ves, que me gusta la gente que vive, que aprovecha su paso por los años a sabiendas de que son efímeros, que se dejan la piel por darle sentido a la palabra juventud. Porque ser joven no puede ser otra cosa que correr el riesgo de ser natural, real y humano, y para eso dan igual los años.

Pide perdón, por supuesto, las veces que haga falta, cuando creas que te has equivocado. El perdón tiene un valor tan importante como un te quiero, pierde su esencia cuando se usa sinrazón.

Hoy voy a colgar un cartel que diga: "No molestar, estamos viviendo".


viernes, 12 de febrero de 2016

Cuando tú me miras.

Cada vez que tú me miras me sopla las velas la vida.

Acércate, que te quiero explicar que cuando tus ojos se posan de frente en mi cuerpo soy sólo una mujer de carne y hueso, siempre desnuda. Y que a la vez ese "sólo" representa lo más maravilloso que puedo ser, persona. Porque se me cae al suelo la ropa, el miedo, el agobio, la edad, y los asfixiantes horarios de la rutina. Porque, sin embargo, tus ojos ponen de píe mi elegancia, mi sensualidad, mi alegría y mis ganas de ser buena sin motivos. Eso haces de mí, la necesidad de querer cuidarte en contra de los que no entienden porque aún te protejo.
Desde que llegaste a mi vida, cuando tú me miras, sólo soy tus ojos, y todo lo demás me sobra. Desde aquel día nadie me ha vuelto a importar lo suficiente como para borrar las ganas de ti. No sé si me entiendes, que cuando se cruzan nuestras miradas, fervientes de deseo, se paran los relojes, dejan de sonar las alarmas, se suspende la burocracia y desaparece la gente que nos rodea del sitio en el que nos conocimos. Y es en ese preciso instante, cuando comprendo que no tengo mayor mérito que apuntar en mi currículum, que el de haber volado en tus pestañas con alas de diosa. Que sé que me he hecho inmortal en tu vida y no necesito pasaportes que me acrediten la existencia, porque llevo de identidad la marca de tus besos. 


Y que por eso te quiero, porque nadie se compara a tus ojos, porque cuando apareces no hay fracasos en mi vida, y porque contigo todos los éxitos se valoran en términos de excelencia.


Imagen de la película: "Todos los días de mi vida".


jueves, 11 de febrero de 2016

El arte de un poema.

Lo único que sé de métrica
es que nuestros besos siempre son asonantes,
que no existe estructura más perfecta
que la de encajar mi mandíbula en tu cuello.

Lo único que puedo enseñarte sobre el ritmo
es que yo mido los acentos en suspiros,
en abrazos,
en anhelos.

Los únicos versos perfectos que he leído
se creaban callados
en la intimidad del tacto entre dos amantes
en la oscuridad nocturna de una madrugada.

Lo único que puedo aportarle yo a la poesía
tiene sólo siete letras,
se pronuncia en susurros,
grita de éxtasis
y tiene una única regla exacta:


                                                                   Que el arte, mi vida, nació el día te conocí.


Imagen: Marilyn.



miércoles, 10 de febrero de 2016

Ellos brillan.

"Te juro que cuando sonríe se acaba la pena en el mundo".

Y él, que nunca le ha escuchado hablar así de nadie más, le bromea y le discute. Pero después, cuando ve cómo cambia su gesto sólo con verla aparecer de lejos, se da cuenta de que ya es demasiado tarde para chistes, que su amigo, ese con el que tantas veces ha hablado de que el amor era sólo un invento de los centros comerciales, se ha enamorado de verdad. Y le molesta. Le molesta porque quizás no es la chica que más le conviene, porque llevan meses jugando al gato y al ratón por las callejuelas de la ciudad en la que antes sólo existían ellos dos en busca de diversión momentánea. Porque sabe, aunque él no quiera reconocérselo, que su amigo ya no es el que era. Que dice no cuando quiere decir sí, y que no hay una mentira tan mal contada como el: 'yo paso, tío'. Pero tú qué vas a pasar, si arrastras las pestañas por el suelo por donde ella camina, si nunca te habías reído con tanta fuerza como la noche en la que la conocimos.
Porque de eso sí se acuerda, la conocieron a la vez. Una noche de tantas, una mujer de tantas, un revolcón entre tantos. Y, sin embargo, no. Sin embargo su amigo quiso verla dormir, y empezó a hablar de ella en términos reales. Reales de la mismísima realeza, porque la delicadeza con la que contaba sus encuentros podrían haber impresionado a todos los expertos en protocolo.
Pero cuando él la mira, la saluda o charla con ella, no es capaz de entender qué ha vuelto tan loco a su amigo. No es la más alta, ni la más llamativa, ni la más guapa. Qué va. De hecho nunca le ha escuchado comentar nada de ella al respecto, es cuando menciona su alegría cuando le cambia la cara, cuando dice que a su lado se siente un súper héroe y que desea morder toda esa felicidad que irradia. Luego vuelven los: 'yo paso, tío'. Y no la llama, no la escribe, no le manda mensajes, se muerde la lengua, aprieta los puños y contempla como esa mujer es capaz de desenvolverse tan bien en un mundo tan difícil.
 
Y de ella, qué os voy a contar de ella, que también pasa, tanto como él, o más, pero que mientras pasa, va dejando un rastro de rimmel en las pistas de baile donde le gustaría que bailaran juntos, por si aún no se ha dado cuenta de que ella no quiere llamadas ni mensajes, que ella se hace grande con la sombra que le dan sus pestañas. 

Su amigo ya no es el que era. Qué va. Y él lo sabe y se lo calla, porque no hace falta decir nada cuando puedes ver semejante espectáculo de fuegos artificiales entre las miradas de dos personas.



Y es que ellos son la dinamita de esta historia.


(Imagen de la película "Rebelde sin causa").


lunes, 8 de febrero de 2016

Atrévete.

Acercaros, voy a explicaros ciertos detalles de mi vida que tal vez no conozcáis. Voy a explicaros que detrás de cada decisión hay una reflexión previa, que ninguno de mis gestos se deben al azar. Voy a contaros que cuando pido perdón, lo pido de corazón, pero que cuando no lo pido es, realmente, porque no considero que haya cometido ningún error para ser perdonada. Y que cuando grito lo hago porque necesito que se escuchen las palabras que me ahogan en silencio, y esas otras a las que nadie presta atención cuando hablas bajito. Voy a explicaros que si me callo ante determinadas críticas no es porque sea sumisa, es porque me son indiferentes ciertas apreciaciones dañinas. Verás, sé que hay veces que me hago la tonta y miro para otro lado, pero hay discusiones que me dan más pereza que rabia. Si sonrío cuando lo recuerdo, es porque me siento plenamente orgullosa de lo que he hecho, y de lo que no, también. No entiendo por qué hay personas a las que les cuesta tanto vivir en coherencia consigo mismas, no entiendo que den tantas  explicaciones al gentío, ni que cuestionen sus propios sentimientos porque no sean del agrado de terceros. Yo amo, y amo con todo el alma, aunque ese amor cause estragos en una civilización entera, aunque me toque después lamerme las heridas durante meses. Y, cuando no amo, cuando no quiero, cuando ni siquiera me gustas, ni me agradas, aún así, te respeto, porque no concibo otra forma más sana de convivencia que esa. Ya ves, que para mí la armonía no es otra cosa que aceptar las diferencias, y dormir tranquila por las noches. No sé si vas a entender que mis pecados son sólo cosa mía, y que, me los como a besos cada mañana, porque para eso son míos y me han llevado a ser lo que soy. La cabeza bien alta mi vida, los errores en el currículum de una vida intensa y la conciencia, la conciencia meciéndose en la cuna donde descansan las personas de carne, hueso y defectos. Ahí, donde la gente es bella por no ocultarse, por no taparse, por dar la cara y ser valiente. Donde se ríen las gracias y se suprime la maldad. En el hospital de los abrazos a la gente que quieres, ahí quiero que me ingresen para el resto de mis días. Todos, cariño, hemos pasado noches sin dormir, y nos hemos tropezado en una misma piedra siete veces, una por cada vida, pero siéntete feliz de que tus errores sólo puedas reprochártelos a ti mismos, de que tus decisiones sean sólo tuyas, y tus aciertos también. 

Atrévete hoy, que mañana te van a juzgar igual.



Las casualidades.

MI MÁS BONITA CASUALIDAD

El mundo está hecho de casualidades, como nuestra historia.
El mundo está hecho de casualidades. De miradas que se cruzan cuando menos lo esperas y otras que se buscan con mucha suerte y poco éxito. De autobuses que llegan tarde cuando más prisa tienes y vuelos que no se retrasan cuando más necesaria es una despedida. De casualidades.
De personas que se conocen tan bien que ya no quieren seguir conociendo nada juntas y, otras, que sin haber compartido nada tienen una infinita lista de preguntas sin respuesta. Lleno de casualidades. De instantes que cambian irremediablemente el rumbo de una vida y de vidas que nunca son las protagonistas del cambio que necesitan. De años enteros esperando que el amor llame a tu puerta y de una llamada de amor la madrugada que menos lo esperabas. De besos largos que no transmiten nada y de mínimos roces de labios que te erizan la piel y el corazón. Estamos hechos de casualidades.
De lágrimas saladas por el desamor de alguien que ha comenzado a enamorarse de otro y de la indiferencia hacia aquel que no es capaz de olvidar nuestro nombre. Del miedo a lo desconocido e incierto y de la sorprendente valentía de defender algo que ni siquiera te pertenece. De casualidades. De días nefastos que se arreglan al anochecer y de planes anticipados que terminan dejándote un recuerdo amargo. De errores capaces de enmendar toda una vida y de aciertos que nos colocan irremediablemente en una posición mortal. El mundo está hecho de casualidades.
De huidas necesarias a ciudades lejanas y encontronazos en pleno aeropuerto en vísperas de Navidad. De una sonrisa disimulada en mitad de un bar lleno de gente y de nuestra canción pasada de moda sonando en la radio. El mundo está hecho de casualidades, como nuestra historia, como tú y como yo volviendo a creer en el destino.
El mundo está hecho de casualidades y tú eres mi más bonita casualidad.