Léeme:

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jueves, 31 de marzo de 2016

Tú eres y has sido eso, literatura.

Si algo recuerdo a la perfección de mi infancia es la inmensa necesidad de expresarme que he tenido siempre. Puede que no tuviera ni ocho años la primera vez que llené de letras y tachones un sentimiento. Desde entonces no he podido parar, cuanto más me cuesta describir algo o decirlo a la cara, más palabras le dedico. Es por eso que jamás he sido capaz de decirte que te quiero, aunque tu amor haya invadido las páginas de este libro, y mi propia vida. He tenido esas dos palabras agolpadas en la garganta un centenar de veces desde que te conozco, y ciento una me he mordido la lengua para no dejarlas salir de mi boca.
Sin embargo, le he dedicado letras perfectas a una sola noche contigo, y aun así no consigo encontrar una palabra que describa tu mirada. Tu paso por mi piel me ha servido para darme cuenta de que me ahogaría si me privaran del lujo de un papel y un lápiz, pero que se me va a pasar la vida con te quieros atragantados a los que no sé ponerle voz.
El miedo, pequeño, el puto miedo. El miedo a que no entiendas que alguien te quiera tan sin condiciones, el miedo que me da no entenderlo yo misma. El miedo a que la voz se me apague el día que diga te quiero y sólo le siga un enorme silencio; a caerme dentro de ese silencio para siempre le tengo pánico. El miedo a que nadie me comprenda de una forma tan respetuosa como lo hace un papel, a no encontrar en ningún otro sitio tanta empatía como encuentro en la literatura. Y es que tú has sido y eres eso, literatura. Cualquier poeta se hubiera vuelto loco al conocerte, no sé cómo han podido escribir versos tan perfectos los que jamás se han visto observados por tus ojos. 
He tardado meses en reconocer que me importabas más de lo que me había importado nadie antes, pero, en este cuaderno te llevo queriendo desde la primera vez que te vi. Tengo apuntado nuestro primer beso como el premio gordo de la lotería que me tocó sin comprar boleto. Y, desde entonces, me asomo todas las noches al patio de mi casa a ver el espectáculo de fuegos artificiales que trae tu risa
Ya ves, sigo siendo aquella niña con más necesidad de expresarse que de dormir, la misma que escucha el eco de sus propias palabras si no las escribe, pero ahora y gracias a ti, he conseguido hablar del amor real, y resulta que hay más gente en el mundo que ha visto fuegos artificiales en otras risas. Y, eso, mi amor, merece que unos escribamos para que otros lean y se sientan identificados, para que jamás se pare el arte de la gente que se ama en versos y en besos.



lunes, 21 de marzo de 2016

La primavera eres tú.

Tengo todo esto lleno de caricias. Y qué desastre tan bonito. 
Ha sido el primer año de mi vida que he tenido miedo real a que se me enquistara un invierno de manera indefinida. Tanto miedo que durante meses busqué como una loca algún resquicio de sol, pero sólo quedaban lágrimas que todo lo hielan. Debe ser cierto eso de el tiempo sana las cicatrices, porque ahora hay caricias donde antes hubo heridas. Y lloro nuevamente de emoción, porque no me creo que la felicidad sea a veces tan sencilla. He comprado libros y flores tras un paseo bajo el sol, ayer me bebí una copa con mis amigas, y me han hecho el amor diez poemas en el último mes. He renunciado a todas las guerras que no me ofrecen alternativa pacifista, y dibujo faros cada vez que hay tormenta. Ya hace sol y la primavera no va a tener que salvarme, porque he conseguido salvarme sola. No os podéis ni imaginar cómo quiero a los que quiero y cómo les agradezco que se rían en mi risa. Mi abuela me ha dicho que estoy más guapa que nunca porque ahora sí le hablan mis ojos de felicidad real. He preparado mi comida favorita y vienen a comer mis sobrinos, qué palabra tan completa, tan enorme, tan llena de amor. El trozo lleno de vida de mi propio hermano.
Ayer me besó un chico con barba y me dijo: "deja de buscar su rastro, la primavera eres tú". Soy feliz, y creo que no existe poema más bello que ése.



                                 

sábado, 19 de marzo de 2016

Feliz día, papá.

Querida hija mía:

Permíteme que hoy sea yo quien te felicite a ti. Ser padre es el mayor privilegio que la vida me ha concedido, y observar tu evolución por cada una de las etapas de la vida, es todo un regalo. Ahora puedo ver con orgullo la mujer en la que te estás convirtiendo, y juro que tiemblo de miedo cada vez que pienso en la posibilidad de verte sufrir. En este día tan especial quiero pedirte que todo lo que hagas lo hagas de corazón, que ames y te dejes amar, pero que, principalmente, te ames a ti misma. Ya sabes pequeña que me he quedado cientos de veces a comprobar tu respiración mientras dormías, y que te he acunado en mis brazos muchas noches de pesadillas, por eso sé que no dudas que voy a estar cuidándote el resto de mi vida. Sé que nadie me va a parecer suficiente para mi niña, pero también confío en tu inteligencia y en la existencia de hombres buenos en el mundo. Por eso, aunque no deba, aunque no pueda, permíteme aconsejarte que elijas un acompañante que sepa mirar el mundo a través de tus ojos, que te regale una vida sin lujos pero tenga un abrazo preparado para ti cada noche. Mi niña, elige a alguien que se sienta orgulloso de ti al pasear de tu mano por la calle, que sepa que hay más mujeres guapas, pero que ninguna es tan bonita como tú, que no te falte el respeto y que sepa darte tu lugar siempre. Elige a un hombre valiente, arriesgado, un poco loco, que se juegue el tipo para que seáis felices juntos. Que ignore los comentarios de los demás y que no permita que nadie, ni siquiera yo, se entrometa en vuestra historia de dos. Prueba antes de elegir, no dudes que eres la única dueña de tu cuerpo, de tu piel y de tu vida. Disfrútala, hija mía, que pasa tan rápido que no te enteras. Elige a alguien que te quiera en la salud y en la enfermedad, que aguante tu mal humor los días de frío y se ría tanto como yo cuando amaneces despeinada. Un hombre que soporte tu carácter, que disfrute de tu rebeldía, de esa costumbre tuya de no callarte nunca nada de lo que piensas, y de esa delicadeza con la que haces todo. Pequeña, yo te eduqué para que fueras feliz, para que fueras cualquier cosa que quisieras ser, sin importarte las veces que tuvieras que mancharte el vestido para conseguir tus sueños. Te prometo que no hay mayor logro que cada sonrisa que me regalas, no dejes que venga ningún hombre a robarte lo que más feliz me hace en el mundo. Hija, yo he construido cohetes sólo para que tú vieras las estrellas, y me he enfrentado a monstruos, a bichos, a decepciones, a agobios, a fracasos, y a mi propio miedo a no hacer lo correcto contigo. Espero que haya servido para que te sientas querida, espero que, pese a los errores, que seguro que he cometido, te vayas a dormir cada noche consciente de mi amor y de mi orgullo. A él no le pido otra cosa que esa, no le pido nada más que que no destruya lo que he creado, que te bese mucho, aunque sea delante mía, pero que jamás se juegue tu suerte al azar. Y que no me tema, que sepa que sólo quiero verte cantar en las mañanas, y que si lo consigue, encontrará en mí a un amigo, a un apoyo, a un compañero. Y a ti, pequeña, ya sé que a veces eres un desastre, pero, por favor, no le vuelvas loco y no seas demasiado exigente con él, acepta sus manías, sus defectos y sus gustos, y no caigáis en el error de sembrar dudas en el jardín de la alegría. Y, de la misma forma, te apoyaré si eliges no compartir tu vida con ningún hombre, o si simplemente no encuentras a aquel que te merece o te entiende. No cometas el error de atarte a la cadena de la costumbre, del dolor o de la soledad estando en compañía. No olvides que yo estaré siempre esperando un beso tuyo.

Y que sepas pequeña, que aquí tendrás siempre los brazos de papá para cuando tengas pesadillas.



martes, 15 de marzo de 2016

La vida, mi vida.

He llorado hasta desbordar los canales de mis pupilas, de la risa. Me he limpiado las ojeras negras y he seguido bailando con todas mis ganas. He abrazado fuerte a mis amigas para hacerles entender que las quiero a rabiar. He corrido kilómetros para superarme a mí misma y he ahogado los problemas en helado después. He escrito cada día para recordarme lo viva que me hacen sentir las palabras. He mirado a la cara a la incertidumbre y le he dicho que estoy aquí para lo que venga, que no volveré a dejar que me acobarden. Me he dado cuenta de que todos mis miedos son por cosas que nunca pasarán, y que si pasaran estaría dispuesta a superarlas. Que la realidad es que la suerte me besa los talones. Que los proyectos no paran de crecer en mi mente y que me encuentro con fuerzas para hacerlos realidad. He pintado de rojo un lienzo blanco para confirmarme que así es como siempre amaré, con pasión. Estoy enamorada del arte que desprenden las personas sencillas y reales, esas que no tienen que fingir nada. He reventado los baremos del orgullo con cada triunfo de mi hermana. Y he vuelto a bailar hasta caer exhausta en una cama con olor a sábanas limpias, para despertarme al día siguiente con el beso de papá. He sido la hija, la hermana, la nieta, la amiga y la mujer más querida del mundo, o así me he sentido yo. He recibido elogios por un trabajo bien hecho y me he roto la cabeza pensando en mejorar otros. He luchado contra mi ansiedad, contra mis manías, y he acabado aceptando mis rarezas. He encontrado la paz sentada a orillas del mar, respirando el olor a salitre. He hablado a un amigo sólo para decirle lo mucho que le quiero, sin necesidad de buscar motivos para expresarlo. He gritado alto y fuerte por supervivencia, y he tratado siempre de no traicionarme a mí misma. He tenido la fortuna de besar bocas que llevaban una eternidad sonriéndome. He trabajado el egoísmo, el ego y el carácter, nunca para cambiar, sino para mejorar. He disfrutado del silencio y de la soledad elegida, y he querido con todo el alma. Perdónenme que no busque más, pero es que ya lo tengo todo.



domingo, 13 de marzo de 2016

Su risa le dio sentido a mi juventud.


¿Recuerdas la primera vez que se puso una camisa tuya para andar descalza por tu casa? Fue la mañana de un domingo de resaca, claro que lo recuerdas. Ese domingo floreció la primavera y saliste a ver las flores de su mano por aquella avenida en la que todo el mundo parecía contemplaros con asombro. Nunca has vuelto a comprar una camisa sin acordarte de ella, de cómo quedaría en su clavícula, de cómo le arrancarías los botones cualquier madrugada inoportuna para comprobar que ella era el mejor traje del mundo. "Eres un cobarde" lo repites al espejo cuando acabas de probártela. Un cobarde es lo que eres. Porque ella ya no está, ni su pecho caliente en tus camisas, ni su risa dándole sentido a la juventud. Ella ya no está porque tú así lo quisiste, porque escondías demasiado miedo en los bolsillos y ella no quiso vivir temerosa. Se quería tanto a sí misma que no tuviste que repetírselo dos veces, se vistió y se fue. Dejó encima de la cama tu camisa y se apagó el sol de mayo. "Eres un niño asustado y perdido" y cerró la puerta. "Ayúdame a crecer" pero ella ya no estaba, nunca te escuchó, nunca volviste a saber de ella, nunca tuviste valor para llamarla y decirle que por ella y con ella te harías valiente. Su cuerpo quedaba bien en tus camisas, su pelo quedaba bien en tu almohada, su inteligencia quedaba bien en tus ojos, su carácter le quedaba bien a tu soberbia. Pero qué estoy diciendo, es que ella, por si misma, le queda bien a la vida. Es tan libre, tan salvaje, tan de verdad que temiste no estar jamás a la altura. Y por eso mismo la perdiste, y ahora tienes que continuar sabiendo que la vida te ofreció la mejor oportunidad del mundo y fuiste el niño tonto que no supo aprovecharla. Que es cierto que para el resto del mundo la historia se quedó en un domingo de resaca, pero que tú no has vuelto a arrancar ninguna hoja del calendario porque se te paró la vida el día que te dijo adiós.

"Me llevo ésta" y cuelgas otra camisa sin estrenar en el armario, por si ella algún día vuelve a andar descalza por tu casa todos los domingos que te queden. Pero ella no va a volver, porque si hubieras dejado atrás al niño, serías tú quien la buscaría en lugar de esperar inútilmente.




lunes, 7 de marzo de 2016

Soy la niña rota más bonita del mundo.

No sé por qué hablo del día en que te marchaste cuando lo cierto es que nunca estuviste a mi lado. Detrás a veces, delante casi siempre, pero nunca junto a mí, que es lo que me hacía falta. Ya ves que te mentí, te dije que estaría dispuesta a todo para que estuviéramos juntos y no te expliqué que “todo” no implicaba abandonarme a mí misma. Vas a llevar razón con eso de que no soy tan buena como parecía al principio, tú en cambio siempre me pareciste un canalla, y, sin embargo, perdí las pestañas leyendo tu felicidad entre líneas. Pero, ¿acaso puede hablar de decepción alguien que decidió hacer puenting sin cuerda? Soy el resultado de las hostias que he querido darme. Y la cicatriz que más me duele lleva tu nombre, está en el costado izquierdo y me va a doler toda la vida. Te dije: “adiós, muy buenas”, y sonreí orgullosa. Yo ya sabía que tú perdías más que yo, mírame, mi niño, soy la niña rota más bonita del mundo. Y para lo único que ha valido la puta pena esta historia es para hacer un poquito más brillantes los ojos que te enamoraron. Yo me partí por ti, soporté tus incoherencias y me caí tantas veces que aprendí a volar libre. Soy tan súper heroína como cualquiera de las personas que están leyendo estas letras con el dolor clavado en la garganta por alguien que no mereció ni una sola palabra de amor, por ellas escribo hoy, para que encuentren un beso en cada recoveco de estas líneas. 
Y a ti, qué más puedo decirte, que si me añoras, me llames, que yo prometo no cogerlo



domingo, 6 de marzo de 2016

Tú eres ciencia.

Dicen los expertos que el mundo no se ha parado ni un momento, pero tú me miraste por primera vez un día 22 y se paró el reloj de la Puerta del Sol. Era una noche de enero cuando nos encontramos y aquel descubrimiento lo estudiarán los niños en los libros de Historia del futuro. Me besaste tan bonito que la NASA dejó de buscar vida en Marte para centrarse en nuestra felicidad. Ya nadie estudiaba las huellas de la luna y sólo quedabas tú haciendo ciencia en mis lunares. Que qué más daba si todo se acababa mientras hubiéramos cumplido con la misión de querernos hasta que nos reventaran las comisuras. Nos importó un carajo el agua en otros planetas si a cambio no volvían a negarnos la humedad de nuestras bocas. Que le jodan al invierno, me dijiste, e hiciste del mes de enero un paseo por la playa. Que sí, que el mundo está lleno de problemas graves que llenan de oscuridad cualquier ciudad, pero que tú me miraste un día 22 y se hizo justicia en nuestras vidas. Nadie le regala semejante espectáculo de fuegos artificiales a una persona con la que sólo quiere pasar el rato, yo a ti te gusté para toda una vida y eso aun se ve en la pólvora que desprende tu mirada. Y que quizá fui una egoísta cuando cedí a tus encantos, pero a veces hay que autoconcederse privilegios, y conocerte fue el premio gordo de la lotería de Navidad. Un premio mal invertido que malgastamos en apenas meses, pero es que a mí no me salen las cuentas de la felicidad a largo plazo.

Que nadie sabe más de guerras que aquel que se ha enamorado de verdad y, sin embargo, no hay mayor acuerdo de paz que la cama de dos amantes.
Tú me miraste un día 22 y las ecuaciones dejaron de ser exactas para dar como único resultado una casualidad entre ambos.


Imagen de la película: Tengo ganas de ti.



sábado, 5 de marzo de 2016

Amor para mucho rato.

Ojalá te hubieras quedado más tiempo. Te habría enseñado mi barrio, el parque donde me hice la cicatriz de la rodilla y el álbum de fotos de mi infancia. Ojalá te hubieras quedado a conocer a mis padres, a que te hicieran un interrogatorio y a conquistarles con tu sonrisa como lo hiciste conmigo. Ojalá te hubieras quedado a jugar en mi cama también por las mañanas y a compartir tardes de domingo lluvioso como aprendices de todo. Ojalá te hubieras quedado más tiempo, te habrías dado cuenta que usar motes es una de las formas que tengo de querer, que elijo películas solamente para quedarme dormida en tu pecho y que únicamente lloro de rabia. Ojalá hubieras querido quedarte a celebrar conmigo los triunfos de toda una vida, a pegarle puñetazos juntos a las derrotas del destino, a comprar flores en los días tristes. O, mejor aún, ojalá te hubieras quedado a sembrar un jardín entero para mí en el patio de nuestra casa. Ojalá hubiera existido nuestra casa. Ojalá te hubieras quedado más tiempo porque yo guardaba amor para mucho más rato, para una eternidad entera.


Ojalá te hubieras quedado más tiempo. Pero no lo hiciste, y ahora sólo espero que vueles feliz, que encuentres a una mujer que esté loca por vivir, y sepa darte lo que tú buscas. Una mujer a la que le guste leer tanto como besar, y que entre beso y beso, te lea en susurros alguno de estos textos, sin saber, pobres ingenuos, que han sido escritos en tu nombre.


jueves, 3 de marzo de 2016

Lejos también es cerca.

Seguro que alguna vez has querido dejar todo atrás y empezar de cero en otra ciudad. Sí, ya sabes, coger la maleta y llenarla de miedos, de fracasos y de recuerdos, pero no para llevártela, sino para meterla debajo de la cama, en el mismo sitio donde se esconden los traumas infantiles que todos tenemos. Ya sabes, el día que te arruinaron la Navidad, la tarde de tu primer castigo serio, la primera noche que descubriste la soledad, aquel mar de lágrimas del primer desamor...pues todo eso, lo guardas allí y te vas lejos, muy lejos, donde no puedas escuchar las voces que te indican lo que debes ser, lo que debes comer, lo que debes hacer y con quien lo debes hacer. Allí donde no exista la presión de decepcionar a nadie, ni los reproches por el daño que, irremediablemente, todos ocasionamos. Un sitio nuevo en el que puedas volver a enamorarte como la primera vez, en el que la gente que te rodee no guarde tristeza en las legañas. Irte lejos para no romper nada de lo que te rodea, para no acabar de tensar más la cuerda de la buena suerte. Porque es paradójico, pero cuando tenemos mucho miedo a algo, a la vez queremos que se haga realidad cuanto antes, para quitárnoslo de encima. Como si las losas del pánico pesaran más que las de los fracasos. Y es que no nos damos cuenta de que, quizás, todos estamos ya un poco rotos y tenemos que seguir caminando con los motores bajo mínimos y el alma llena de valentía, que no queda más remedio que abandonar relaciones, estudios, trabajos, amistades...y, después, continuar. Con la cabeza alta, eso siempre. Tan orgulloso de tus derrotas como de tus triunfos, con las cicatrices llenas de besos. Porque nadie va a intentar ser feliz por ti, porque la cuerda floja del miedo a lo desconocido es la misma que acabará ahogándote en el futuro si no arriesgas por tus sueños.

Porque finales y comienzos van siempre de la mano, porque se puede abandonar todo, todo, menos a uno mismo.


miércoles, 2 de marzo de 2016

La felicidad temblará.

Cuando nos encontramos tienes una forma tan bonita de ser débil que he descubierto en ello una nueva virtud. Te entregas como quien lleva toda la vida luchando contra algo con la carga inescrutable de saber que, tarde o temprano, pasará. Te entregas y me miras con esos ojos llenos del éxito de hacer realidad un deseo tantas veces soñado. Y me besas con los labios cargados del miedo a no poder besarme más, con esa sonrisa en la que siempre hay fuegos artificiales. Me abrazas con la ternura de quien guarda algo tan valioso que no puede permitir que sufra ningún desperfecto. Y, entonces me acaricias, me mimas, me tocas, sabiendo dónde, sabiendo cómo, sabiendo cuándo. Con esa capacidad de tratar una piel nueva a tu antojo, como si nadie más en el mundo pudiera activar con el tacto la hormona de la felicidad. Y consigues que sea yo, que te hable de miedos, de sueños, de proyectos y derrotas, que te muestre mis defectos y te demuestre mis virtudes. Y entonces, eres más tú que nunca, más completo, más joven, más humano. Descubro que voy a quererte, que ya te quiero, que te quise incluso cuando aún no sabía que te quería. Descubro que estoy dispuesta a darte tantos besos que la felicidad temblará al vernos juntos.
Que si me lo permites, no volverás a sentirte solo y abrazaré con fuerza tu tristeza los días que creas que no has conseguido nada importante, para decirte: "eh, míranos, nos hemos conseguido a nosotros mismos siendo felices, qué más se puede pedir".




martes, 1 de marzo de 2016

Aquí ya huele a primavera.

Le haría un traje de oro a tu envidia para que por lo menos brillará algo de lo que tienes.
Pero no lo hago porque sería como ponerle venda a unos ojos que sólo merecen ver realidad.
Una persona tan obsesionada con los errores ajenos, no puede amar ni una sola de sus virtudes. Y qué triste.
Yo prefiero las cicatrices de quien valora sus golpes antes que los falsos tesoros de quien nunca se siente agradecido.
Ya ves, soy sólo carne y hueso, pero mi corazón cotiza en la bolsa de las personas felices.
Perdóname por no hacer caso a las críticas insanas, dejo apuntado el mensaje en mi memoria a corto plazo, por si en alguna de mis futuras vidas tengo tiempo para analizar bajezas.
De momento me quedo viviendo, que es lo que mejor se me da, y cuando lo haga mal rectificaré con honores, sin trajes prestados de oro, con sonrisas regaladas de purpurina.

Estoy dedicándote unas palabras, y, sobretodo, algo de tiempo, pero no te sientas especial, lo hago por mí, para tatuarme que no debo dejarme impresionar por falsas apariencias nunca más, para poder ponerle flores a la tumba de la codicia.

Aquí ya huele a primavera

y no queda sitio para ti.