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sábado, 17 de diciembre de 2016

Tú eres.

Que tú no eres el total de mi vida, ni eres mi vida, ni eres el motivo por el que la vivo. Que tú eres el detalle que mejora cada acción, la perspectiva bonita de todas mis panorámicas, el abrazo tranquilizador al finalizar un día de mierda. La espuma de mi café caliente, las palomitas en mi película favorita, la cafeína de mis refrescos. Que tú eres las manos que me calientan en pleno invierno, la chimenea de la casa del pueblo, el olor a ropa limpia en una tarde de verano. La fuerza justa de mi cerveza, el aperitivo del domingo al mediodía, mi canción favorita en un viaje en tren. Tu eres la fuente inesperada en una ruta por el desierto, un día de playa en mitad del otoño, un cartel de bienvenida al bajar del avión. El brillo en los ojos al tenerte cerquita, la ilusión en el estómago al verte venir de lejos, la sonrisa boba de un mensaje inesperado. 

Que no, que tú no eres toda mi vida, ni eres el motivo por el que la vivo. Que mi vida es mía, y yo soy de mí y de nadie más. Y que claro que podría vivir sin ti, pero tú eres la suerte, la casualidad, la bendición y el puto milagro más bonito de mi existencia. El detalle que arregla la rutina, la pasión que rompe los domingos, y las palabras de ánimo que hacen bonito un lunes. No eres mi vida, eres la persona con la que quiero compartirla, sentirla, amarla, abrazarla, bailarla. Eres el destino en el que decido formar hogar, no porque seas mi vida, sino porque decido vivir una en común contigo, por ahora, por mañana, por todos los futuros que estén por llegar.




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