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jueves, 1 de diciembre de 2016

No se puede explicar.

A mí me gustaría poder explicarlo para que me entendieran, y por más que me esfuerzo no me salen las palabras oportunas. Me gustaría poder explicar que la primera vez que apareció ante mi, mis ojos le recibieron con honores, como si llevaran toda la vida vacíos de arte. Que al rozarme mi cuerpo tembló de deseos y no de miedos, porque el único temor que me habitaba era el de perder lo que, en realidad, todavía nunca había tenido. Me gustaría poder explicar a qué sabe un beso cuando te lo has estado aguantando durante mucho tiempo, o qué transmite una caricia cuando las manos que la entregan saben calentarte el alma. Mirad, yo ando por la calle y la gente se gira a mirar lo bonita que le queda a mi cara la felicidad del amor, estremezco los hombros cuando se me presenta con premeditación un recuerdo, le hablo a la gente que quiero de lo mucho que le quiero y siempre siento que todavía no he hablado lo suficiente de él. Para mí, él es la vida sin agobios de quien ya ha encontrado su verdadero hogar, la terraza con vistas al éxtasis de una rutina elegida y jamás impuesta. Es huir con alevosía para que me encuentre siempre con una mirada de bienvenida, con besos enrabietados y abrazos insaciables. Me gustaría explicar que gritaría su nombre en plena Gran Vía y dejaría que me tacharan de loca sólo para que él consintiera unirse a la locura más feliz de nuestras vidas. Podría reconocer que yo sería siempre el corazón joven, comprometido, pasional y tierno que quiere comérselo a besos cada mañana y también llenarle de mimos en sus días malos. Me encantaría que todo el mundo me preguntara por lo nuestro y decirle que la chica que se enamoró de él derrocha alegría, canta en la ducha y se enfada por tonterías, pero que siempre siempre siempre tiene un hueco libre para achucharle y morir en sus brazos. Me gustaría hablar de la verdad de nuestra historia, contar que siempre hemos sido dos, pero que qué bien y qué bonito cuando nos fundimos en uno. No sé, decirles, quizá, que sus ojos son el milagro con el que me siento invencible y su risa es el sueño en el que me columpiaría todas las noches del futuro.
Me gustaría poder explicarles que me enamoré como una estúpida y cuidé la inocencia bendita de creer, como todos, que mi amor era el más intenso jamás creado.
Me gustaría explicarles lo que se siente, lo que se vive, lo que se sueña. Contarles lo del apetito y las ganas, lo de la valentía y la sonrisa boba, lo de los proyectos mentales y la emoción indiscreta, lo de la euforia y las canciones protagonistas.

De verdad, créanme que me gustaría explicarlo,
pero el amor es un secreto 
que no descubres
hasta el día que tú te enamoras.


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