Léeme:

Siguenos en Blogger Siguenos en Facebook Síguenos en Twitter

jueves, 11 de agosto de 2016

Aún vivo, aún amo.

Ni el olor del café recién molido que preparo por las mañanas, ni el ronroneo molesto de mis despertares tempranos, ni el beso en la mandíbula minutos antes de dormirme. De mí ya nada, amor, porque nada queda. Ni el sonido de la música que no soportarías de no ser porque me hace bailar, ni los nervios la noche antes de una reunión importante, ni la risa tímida cuando compartíamos un secreto, ni los ojos acristalados cuando te estoy pidiendo mimos. Para ti ya nada, mi vida, porque nada somos. Ni el abrazo reconfortante cuando crees que el mundo es injusto, ni el deseo imparable que nos sacudía en cualquier esquina, ni el mensaje de buenos días cuando tú eras el único motivo para que amaneciera siempre soleado, ni mi mano revolviendo tu pelo mientras te miraba a los ojos. Por ti ya nada, pequeño, porque todo lo fuimos. Ni la defensora incondicional de tus pecados, ni la guerrera valiente de nuestra lucha, ni la juventud canalla y atrevida que compartimos. Nosotros ya nada, mi niño, porque nos pudo el miedo.
Contigo ya no, conmigo tú, tampoco.
Sin ti, sin mí, todavía juntos.
Juntos, a veces, en el recuerdo de aquel vestido de flores, de aquel encuentro inesperado, de aquella casualidad fingida, de aquella canción del primer beso, y de aquella lágrima anterior al penúltimo.

En el recuerdo sí, porque contigo y sin ti, aún vivo, aún amo, aún es para siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario