He venido a decirte que te
quiero. Sólo eso. Todo eso. Te quiero a pesar de que los días transcurran
rápido sin vernos, de que las obligaciones a veces nos separen y de que no me abraces todo lo que me gustaría. Te quiero porque la amistad no consiste
en estar, sino en permanecer. Porque tú permaneces siempre y eres vida dentro de mi
propia vida. Porque tienes el alma de colores y la paciencia de hierro, por
todas las veces que te ha llenado de rabia mi tristeza y todas las alegrías
que te has bebido en mi nombre. Por eso te quiero, por eso y porque cuando el azar cruzó nuestras vidas éramos tan solo unos críos y hemos sabido hacernos grandes juntos. Porque has creído
siempre en el talento que había dentro de mí, incluso cuando mis inseguridades me hacían caminar con miedo. Así, entendí que amigo también significa compañero; compañero, sí, de batallas y de duelos, pero también de bailes y confidencias. Hoy quiero que sepas que tus abrazos son el único paraguas en el que puedo refugiarme con plena confianza los días de tormenta. Amigo, en
mayúsculas, en negrita, grabado a fuego y tatuado en tinta en mi piel. Te
quiero en términos absolutos, aunque eso suponga defender tu nombre en una
batalla, proclamarme tu admiradora, bendecir tus sueños; Sobre todo cuando tus
sueños son tan justos, tan sanos, tan merecidos. Gracias por permanecer, por
corresponderme, por tu lealtad verdadera, por reírnos juntos de los que piensan
que no es posible que la gente se quiera de una forma tan honesta. Gracias por
acompañarme, por quitarme la venda tantas veces y por mirarme a los ojos tantas
otras. Por ser tú, por serlo conmigo. Te quiero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario