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viernes, 12 de febrero de 2016

Cuando tú me miras.

Cada vez que tú me miras me sopla las velas la vida.

Acércate, que te quiero explicar que cuando tus ojos se posan de frente en mi cuerpo soy sólo una mujer de carne y hueso, siempre desnuda. Y que a la vez ese "sólo" representa lo más maravilloso que puedo ser, persona. Porque se me cae al suelo la ropa, el miedo, el agobio, la edad, y los asfixiantes horarios de la rutina. Porque, sin embargo, tus ojos ponen de píe mi elegancia, mi sensualidad, mi alegría y mis ganas de ser buena sin motivos. Eso haces de mí, la necesidad de querer cuidarte en contra de los que no entienden porque aún te protejo.
Desde que llegaste a mi vida, cuando tú me miras, sólo soy tus ojos, y todo lo demás me sobra. Desde aquel día nadie me ha vuelto a importar lo suficiente como para borrar las ganas de ti. No sé si me entiendes, que cuando se cruzan nuestras miradas, fervientes de deseo, se paran los relojes, dejan de sonar las alarmas, se suspende la burocracia y desaparece la gente que nos rodea del sitio en el que nos conocimos. Y es en ese preciso instante, cuando comprendo que no tengo mayor mérito que apuntar en mi currículum, que el de haber volado en tus pestañas con alas de diosa. Que sé que me he hecho inmortal en tu vida y no necesito pasaportes que me acrediten la existencia, porque llevo de identidad la marca de tus besos. 


Y que por eso te quiero, porque nadie se compara a tus ojos, porque cuando apareces no hay fracasos en mi vida, y porque contigo todos los éxitos se valoran en términos de excelencia.


Imagen de la película: "Todos los días de mi vida".


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