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domingo, 1 de enero de 2017

Manifiesto 2017.

Dos mil diecisiete carcajadas a destiempo; de esas que llegan como un rayo para partirte en dos, de la risa. Trescientos sesenta y cinco besos llenos del deseo de uno más. Besos en los que se apaguen todas las luces de la ciudad, besos con los que corra a raudales la pasión y la ternura, besos que sepan a comienzos en los que el punto de riesgo se convierta en ilusión. Besos y más besos
Un año lleno de triunfos, con la consciencia de que a veces tendrán que nadar entre algún fracaso humano, para salvar un aprendizaje nuevo. Seis formas de llorar para contribuir al oleaje salado de sentirme viva: el llanto cansado, la lágrima involuntaria, la rabieta desesperada, la emoción agolpada en el lagrimal, las gotas de alegría, y el infinito agua del desamor. 
Doce mil formas nuevas de abrazar a los míos, para que sepan que lo que yo celebro tiene más que ver con su compañía que con el calendario, y que el amor es la única tradición que no pasa de moda. Publicar mi primer libro y que me lleguen fotos con sus textos de lugares en los que me encantaría perderme por primera vez. Descubrir que en Argentina me leen en invierno pero no hace frío, y, sin embargo, mis palabras pueden servir de abrigo en una tarde de agosto. 
Que me muestren mis errores para aprender de ellos y feliciten mis aciertos para recordar el sentido del camino. Quererme por lo que soy, cambiar sólo para mejorar mi propia visión de mí misma. Y que el mejor espejo sea una conciencia tranquila. Un año nuevo. Un año al cuidado de los besos de mi abuela, del recuerdo dulce de mi abuelo.
Un año en el que me enamoraré con la fuerza arrolladora de un huracán, pero en el que no me olvidaré de quererme a mí misma ni un solo día. Esa lección se la debo al 2016; eternas gracias a ese dolor tangible que me hizo descubrir una parte de mí tan realista como necesaria: yo también podía romperme en mil añicos, para más tarde reconstruirme con paciencia y voluntad. Un año en el que espero aprender a callarme menos, a hablar un poco antes de que el silencio se vuelva en mi contra y me deje sorda de anhelos ahogados. Sí, también voy a esforzarme por aceptar mis propios errores y ejerceré en innumerables ocasiones el derecho a perdonar, a perdonarme.
Será un 2017 en el que bailaré, al menos, veinte sábados alegres, y le quitaré un poco de dramatismo a los domingos por la tarde con un buen libro, música y una taza de café. Seguiré disfrutando de los detalles más pequeños, porque son los que más feliz me hacen. Me comeré a besos a mi sobrina, descubriré el mundo a través de sus ojos. Encontraré el sitio perfecto para volverme a tatuar, y procuraré no olvidarme de que cada caída y cada cicatriz son parte de lo que soy, que debo amarme con todo. Seguramente, bucearé entre agobios algunas veces, y estiraré las 24 horas del día queriéndolas llenar un poco más de vida. Me pararé a tomar aire cuando lo necesite, y me felicitaré a mí misma por el camino andado. Vaciaré la mochila de piedras que me restan movilidad y sólo me aportan prejuicios. Seré yo misma. Saltaré, amaré, besaré, me caeré, gritaré, reiré, abrazaré, bailaré y aprenderé.
Quiero vivir el 2017 como si este año pudiera descubrirlo todo con la ilusión de la primera vez. Porque, a fin de cuentas, la vida es el único hallazgo que no se repite dos veces en la Historia.

Es tu propia historia. Vívela. 


1 comentario:

  1. Ten fe ciega, no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas.
    Horacio Quiroga.

    Feliz 2017

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