Léeme:

Siguenos en Blogger Siguenos en Facebook Síguenos en Twitter

jueves, 26 de enero de 2017

El mejor tiempo de mi vida.

Hubo un tiempo en el que nos quisimos más de lo que está permitido. Era mediados de abril y la primavera empezaba a florecer en tu sonrisa. Me mirabas como si el mundo entero dependiera de mi voluntad, como si tuviera en los bolsillos la cura para todas las soledades. Luego llegaron las mordidas de labios desde lejos, las comisuras siempre torcidas, las miradas de reojo desde la otra acera, y el disimulo de querernos sin presiones cada noche.

Ya te digo que era abril, pero lo único que recuerdo es el calor que me abrasaba cada vez que te veía, y es que en mi cuerpo era agosto cuando te tenía cerca, y el Mediterráneo bañaba mi vida cada vez que me besabas. Hubo un tiempo en el que nos quisimos, en el que no había conversaciones pendientes, ni palabras agolpadas en la garganta. Sin embargo, ahora hay días en los que el Mediterráneo se me acumula en los ojos y tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no desbordarme. Hubo un tiempo en el que nos quisimos y, sin dudas, fue el mejor tiempo de mi vida. Por eso no entiendo cómo dejamos que se llenara de desconfianza la playa de nuestra historia; nosotros que éramos la envidia de todos los románticos de la ciudad, que nos convertimos en la inspiración de todos los cantautores enamorados. Dime, cómo nos llenamos de reproches y de secretos compartidos con otros, si yo te lo dije bien claro: amigos antes que amantes, mi niño. Pero a ti se te olvidó, yo nunca te lo recordé y llegaron las excusas. Las excusas que no son otra cosa que mentiras disfrazadas de buena voluntad. Éramos tan jóvenes que creímos estar en la posición de arreglarlo todo con un simple perdón, y no reparamos en que la desconfianza te asfixia siempre, que el silencio separa más que cualquier palabra. Dejamos que opinaran los románticos y ya no éramos ni tú ni yo. Nos mirábamos, sí, pero con misterios sin resolver, con gritos en las pestañas ahogados por la formalidad. Hubiera preferido que nos gritáramos e, incluso, reventar los cristales si con ellos hubiera muerto la desconfianza.


Hubo un día en el que nos quisimos y no sabes cuánto lamento que el paraíso fuera tan efímero y tan arrebatador.  Que si se trata de querer, te digo que sí, que el amor sigue creciendo a raudales en esta vida que un día te entregué, que nadie ha ocupado un lugar que parece irremplazable desde que te fuiste, pero que, sin embargo, no consigo juntar las piezas de aquella confianza ciega, y por lo que se ve, tú tampoco. Ojalá pudiéramos ser los de antes mi niño, porque si fuera posible olvidar lo que duele, créeme que ya hubiera tocado con mi varita mágica el tormento de nuestros recuerdos.


- Foto de la película: Todos los días de mi vida.


No hay comentarios:

Publicar un comentario