Hola bebé:
Esta carta recopila tan sólo una mínima parte de todas las
palabras que te dedico cada día, a pesar de que tú todavía no puedas
entenderme.
Te escribo, por si con el paso de los años, me olvido de alguna
de las premisas que me prometí el día en el que me dijeron que estabas en
camino. Ese día lo recuerdo como una nube de algodón mullidita a la que me
subieron para anunciarme de que existía
un privilegio todavía más hermoso que el de tener un hermano, y ese era,
únicamente, el de que mi hermano me diera un sobrino. Sobrino, que palabra
tan completa, tan bella, tan repleta de amor; el fruto lleno de vida de mi
propio igual.
Quería decirte que
desde que supe que venías en camino he procurado, cada día, ser una mejor
persona, con el único fin de otorgarte un pedacito de mundo mucho más justo y
bonito. Siento si a veces no me sale del todo bien, pero hay tanto por
aprender que me asusta y me emociona a partes iguales. Tienes la piel nueva,
sin cicatrices ni experiencias, pero déjame decirte que yo no quiero meterte en
una burbuja para que jamás corras riesgos, quiero que vivas tu vida con
prudencia, pero, sobre todo, con felicidad. Que arriesgues para hacer realidad
tus sueños, y confíes en que la suerte es un valor al alza que depende de ti
mismo.
Me da igual si con el tiempo te pareces a papá, a mamá, o
incluso a mí, porque lo que más deseo es que
seas tú mismo y no te compares jamás con nadie. Tus padres tampoco quieren
que seas como ellos, reconocen sus aciertos y fallos y confían en que tú tengas
los tuyos propios. Un niño no tiene
que ser el reflejo de nadie, sino un ser único, querido, respetado y admirado
por lo que es.
Te quise desde
antes de saber que ocupabas un diminuto sitio en esa barriga que tantas veces
llené de cosquillas, y sé que ninguna ilusión será comparable al día en que te
oiga llamarme tía.
Ojalá que llores, que llores fuerte y alto todo lo que
necesites. Que entiendas que las personas valientes no son las que menos
lloran, sino las que menos arriesgan. Ojalá que dudes y pidas consejo, y que seas honesto para reconocer tus fallos y
amarte con todos ellos. Valiente, también, para perdonarte y perdonar, para
asumir decepciones y bucear entre inseguridades.
Yo mataré tus
miedos durante todo el tiempo que me sea posible, y espero que encuentres en
mis brazos el escondite perfecto en los días de tormenta. Pero sé, que
aunque yo vaya a estar esperándote siempre, llegará un momento en que tus
miedos sólo puedan ser vencidos por ti mismo, en esos momentos yo quiero ser el
consuelo, el abrazo cálido, la palabra de ánimo.
Ojalá que te sientas el ser más querido y pidas todos los besos
que necesites, pero jamás te sientas obligado a dar uno que no quieres. Que no
te enseñen a ser sumiso, ni a obedecer prejuicios sociales, que pienses por ti
mismo y elijas siempre tus propias ideas. Pequeño, que seas buena persona y
vivas acorde a tu identidad personal.
Ojalá que perdure
en tus ojos la inocencia bendita de la infancia y me peses en los hombros
durante muchas cabalgatas de Reyes, porque tu mirada de ilusión es el regalo
más valioso que me han hecho nunca.
Quiero que sepas que habrá que regañarte, aconsejarte, guiarte,
y que esas serán las mayores muestras de amor que tus mayores te darán, porque
a través de ellas te regalarán educación, respeto y valores cívicos. Después de
eso, elige. Sí, mi amor, sopesa y elige por ti mismo la profesión de tu
vocación, el amor de tu vida, la ciudad de tus sueños. Sé libre y vuela alto. No
te olvides de que tu tía podrá ser siempre tu hogar, tu refugio y tu luz.
Por último, quiero pedirte perdón por los errores que seguro cometeré
y rogarte que entiendas que este tipo de amor es tan nuevo y maravilloso que me
tiembla hasta el alma.
Tan pequeño como eres, has sido capaz de crear en mí el amor más grande.
He llorado como niña, al leer esta hermosa carta... No hay nada que no haría por mis sobrinos
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