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martes, 9 de abril de 2019

Que viváis.


En uno de los peores momentos de mi vida me di cuenta de que tenía dos vestidos nuevos que no sabía cuando iba a estrenar, que guardaba para una fecha que, en una remota posibilidad, podría no llegar nunca. No me malinterpretéis, este texto no habla de tristeza ni de drama alguno; estas letras están destinadas a pediros, por favor, que viváis. Que viváis cada día sintiendo la fortuna de estar vivos y que tratéis de dejar una huella de bondad en el mundo. Quiero pediros que descolguéis el teléfono y os reconciliéis con aquella amistad que se rompió por una discusión cuyo motivo ya ni recuerdas. Que escribáis ese mensaje que dejáis sin enviar cada Nochevieja, pero que esta vez lo hagáis llegar a su destinatario. Que dejéis de sentiros ridículas por amar y comencéis a daros cuenta de lo ridículo que es pensar que siempre habrá un futuro para decir te quiero. Que salgáis a la calle y os enamoréis como locos, que nunca os olvidéis de amaros a vosotros mismos. Que dejéis de besar bocas embusteras, cobardes, o bocas que, simplemente, besáis por compromiso. Y que dejéis que la pasión gobierne un poco más vuestra vida. Quiero pediros, también, que no pospongáis más vuestros sueños, ni los más pequeños ni los más grandes. Que dejéis de aplazar ese curso que tanto os interesa y fijéis de una vez la fecha para el viaje a vuestro destino favorito. Qué quedéis de una vez con las personas importantes para las que nunca hay tiempo, porque a veces pasa que deja de haber personas. Que abracéis a vuestra madre y la hagáis saber que ella es todo lo que necesitáis un día de tormenta. Por último, quiero pediros, que estrenéis todos los vestidos y zapatos de vuestro armario, porque no hay mejor ocasión especial que el milagro de estar vivos, ni mayor celebración que la de poder contarlo.






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