Ojalá que veas el agua correr y no le temas, que aprendas
a tirarte a la piscina para nadar hasta lo que deseas. Ojalá que rías muy
fuerte y sepas curar la pena a carcajadas. Ojalá
que nunca le tengas miedo al miedo y afrontes la adversidad como una
oportunidad de crecimiento. Ojalá que te equivoques de formas muy variadas
y comprendas que ese privilegio también es parte del vivir. Ojalá que ames a
raudales y quieras a rabiar, que nunca te parezca de débiles demostrarlo y
soluciones los conflictos con palabras y besos. Ojalá que creas en la libertad
por encima de todo y defiendas tus ideas con respeto y pasión. Ojalá que seas
ministra, astronauta, abogado, agricultor, periodista o poeta, que seas lo que
quieras ser, pero, sobre todo, por encima de cualquier otra cosa, que seas
buena persona. Ojalá nunca te sea indiferente el dolor ajeno, ni el propio, y observes
con perspectiva el mundo que te rodea. Ojalá
me veas siempre como un apoyo, porque te prometo que yo evitaría el invierno con
tal de que no pasaras frío, que pondría mis rodillas en cada una de tus caídas
para evitarte el golpe, que protegería tu corazón de intrusos para que no te lo
rompieran y velaría todos tus sueños para que se hicieran realidad. Que yo
por ti sería medicina y tirita, súperheroína y ángel de la guarda, memoria y
olvido, almohada y comodín. Pero no
puedo, porque no puedo protegerte de la vida, quiero que la vivas y que la
vivas libre y completa. Ojalá que la disfrutes al máximo, que cantes en la
ducha y bailes hasta el amanecer, que te esfuerces por superarte, abraces tus
propios éxitos y cuides con mimo de tus fracasos. Ojalá que seas tú mismo y
estés lleno de imperfecciones, que te ames y te respetes con todas ellas y no
caigas mucho en ese esfuerzo de aparente perfección que tanto se predica hoy
día. Ojalá que te quieras tanto tanto
como yo te quiero a ti.
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