Hace algunos meses, cuando todo
estaba oscuro, yo no podía creerme que en algún punto concreto volvería a salir
el sol en mi vida. Era incapaz de confiar en los que me decían que el daño
siempre termina por difuminarse tras la cortina invisible de los proyectos
futuros. No sabía que volvería a sentarme a escribir una mañana de domingo y me
saldrían palabras sin rabia, que dejaría de romper lapiceros en la última letra
de tu nombre y los sustituiría por los de las personas que me quieren.
Yo viví el amor de una forma tan
pasional, como devastador fue el dolor en el que se transformó su ausencia. Y,
aunque durante algún tiempo me sentí perdida en mis propios pensamientos y
abandonada por la suerte, después comprendí que llorar es tan necesario como
reír, como besar, como abrazar y perdonar.
Por todas esas fases tuve que pasar antes de enamorarme nuevamente, de
descubrir en una persona, que antes no veía, la felicidad más plena, y sonreír
pensando en los planes que estaban por llegar, los viajes que me quedaban por
organizar y las maletas que llenaría de ilusiones nuevas. Esa persona era yo
misma, mirándome por primera vez en un espejo más benevolente y justo del que
había usado hasta ahora, un espejo que me decía que no tenía porque consentir
ni un solo desprecio, que no tenía que dar todo de mí cuando lo que recibía
eran migajas, que yo me merecía mucho, me lo merecía todo y no pensaba
conformarme nunca más con menos de eso.
El amor a los demás me hizo
perdonar y el amor propio me hizo no olvidar lo que no quería que volviera a
repetirse jamás. Y así, bajo el sol de mayo, el frío de diciembre y el aire
aventurero de octubre, se me cerraron las heridas que me hice en guerras
absurdas y luchas de egos con la persona con la que se supone que debería haber
sembrado amor sin ruinas. Me curé, se
convirtieron las heridas en las cicatrices más bellas, las que sanaron gracias
a la valentía de decir adiós a la toxicidad y la deslealtad. Y hoy, soy una
persona que solo se ata a la vida, que no sabe si el amor volverá a llamar a su
puerta vestido de ilusiones nuevas, pero que sabe identificar con precisión lo
que no tolerará de nuevo y lo que no consentirá jamás.
Puede que sí, que me enamore y vuelva a darlo todo por alguien, pero hago
una promesa, nunca me olvidaré nuevamente de quererme a mí misma.
Gracias
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