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domingo, 16 de diciembre de 2018

Queridos Reyes Magos:


Queridos Magos de Oriente:

            Este año he sido buena, entendiendo por buena a una mujer llena de defectos y virtudes que ha procurado no hacerle daño a nadie y ha aprendido a no hacérselo a sí misma con sus actos y decisiones. Una mujer que se ha caído y se ha levantado en múltiples ocasiones, tratando de no arrastrar a nadie al suelo con ella y buscando ayudar a levantarse unas cuantas veces a los que siempre son paracaídas en su vida. Buena, que no quiere decir santa ni perfecta, ni un proyecto de mujer diez.

            Majestades, quien aquí suscribe ha errado más de una vez durante estos 365 días, pero no le duele la boca por pedir perdón ni el corazón por perdonar. Es mi propuesta, como siempre, mejorar y crecer como ser humano, respetar la diversidad y ampliar la mente con opiniones divergentes. Es mi voluntad, por principios, respetarme a mí misma, a mi libertad y a mis sentimientos, cada día de cada mes que compongan el siguiente año.

            Por ello, Magos de Oriente, después de esa aclaración, me permito el privilegio de escribir una carta que contiene mis deseos más profundos. He decidido hacerlo con tiempo para que podáis intentar conseguir todo lo que en ella pido, y, sobre todo, para que me deis fuerzas a mí para lograr muchos de estos anhelos.

            En primer lugar, quiero pediros que a mi madre no le falte la sonrisa de ilusión de un niño, que honremos en cada detalle todos los que ella cuidó y mimó en su día para que nuestra infancia fuera un rincón de dicha y felicidad. También quería pediros que mi padre tenga los ojos brillantes de orgullo y emoción por cada uno de los logros de sus hijos y que el futuro le depare una vejez tranquila. No me olvido en esta carta de mis hermanos, para quienes os pido paz y proyectos felices, para que puedan seguir siendo el refugio necesario en cada una de mis tormentas.
           
            Majestades, os pido que los niños crezcan sanos, fuertes y llenos de amor, que su risa sea como el alivio de la lluvia en el desierto, como el abrazo que abriga. Que sus ojitos pequeños sigan rebosando ilusión al veros cada año en vuestra Cabalgata y se sepan cobijados y cuidados entre la multitud.

            Majestades, os pido que el amor sea sano y real, que no se disfrace de lo que no es ni se use para manipular. Por favor, que nunca se nos olvide el amor propio, y que reguemos cada día el respeto a nosotros mismos, porque sólo el que se quiere a sí mismo puede querer bien a los demás.

           Os pido, más que cualquier otra cosa, salud. Salud física y salud mental y emocional para afrontar una vida llena de estrés, caos y prisas. Que se mejoren los que enfermaron en 2018 y se invierta en investigación para que evolucionen todas aquellas enfermedades que tanto progreso necesitan. Que no olvidemos la relevancia de las enfermedades raras y el dolor de quienes piden avances en su tratamiento y prevención. Que adquiramos conciencia de que lo más importante está dentro de nosotros mismos y debemos luchar por mejorar. Salud para cumplir el resto de propósitos.

            Ya concluyo, Majestades, porque sé que tenéis muchas cartas que atender, pero me gustaría, por último, pedir que confiemos en la posibilidad de un mundo más justo y mejor. Que empaticemos con el de al lado y ofrezcamos nuestra ayuda a quien la necesite, que no seamos indiferentes al dolor del compañero y trabajemos para no llenar de odio los huecos en los que sólo debería caber el amor.

            Con todo mi cariño, una mujer que siempre será niña el 6 de enero.




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