Esta
no es una carta de despedida. Ni siquiera una despedida. Quizá no debería ni
llamarlo carta, porque desde luego, no tengo la menor intención de enviártela.
Esto es, únicamente, una forma de decirte algo que quizá tú no sabes y que yo
me niego en asumir: que te echo de menos.
Yo que le he restado importancia a lo nuestro y he dejado de hablar de ti como
si te hubiera olvidado al instante. Yo que no sé llorar y casi nunca echo de
menos a nadie, que me agobio cuando me piden explicaciones, que no tolero las
conversaciones excesivas por Whatsapp y que me deshago rápido de todos aquellos
recuerdos que puedan anclarme al drama. Yo que tenía tan claro que esto se me
iba a pasar en dos tardes de risas o en una noche de baile, yo que sabía que
era lo mejor y sentí un desahogo inmenso al decir adiós. Pues eso, yo, que te
echo de menos. Echo de menos los amaneceres contigo, las mañanas entre risas
por todo, hablando tantas veces de nada. Echo
de menos que no me importara madrugar, que me bastara como escenario un parque
o el mismísimo extrarradio, que me sorprendieran tus detalles. Pues eso,
que sigo durmiendo sola por elección y, aunque ya sabes que me encanta el
tiempo para mí misma, he de reconocer que se ha instalado en mi cama esa sensación
de frío perpetuo que nunca me gustó. Frio
en mayo. Frio justo ahora que llega el verano y Madrid se convierte en un
espectáculo de parejas revoloteando su amor por las terrazas de Chueca y
Lavapiés. Gente queriéndose sin excusas en cualquier rincón, y tú y yo cada día
un kilómetro más lejos. Joder, claro que
te echo de menos. Y claro que tengo algunas noches la tentación de abrir tu
conversación e intentar retomar, inútilmente, aquello que tanto se parecía al
paraíso. Tranquilo, no lo haré. Claro
que quiero invitarte a la penúltima cerveza que tanto nos merecemos, mirar otra
vez los ojos más bonitos de Madrid y cerciorarme de que es verdad que no me
estás echando de menos ni un poquito. Claro que he pensado mil veces en
hacer uso de esa cordialidad pactada que nos hemos impuesto para no
preguntarnos porqué si es tan cierto que
no era amor, tampoco puede ser amistad. No lo entiendo. Claro que me
hubiera gustado que nuestras circunstancias fueran otras y mi paciencia
infinita para no haber tirado la toalla antes de comenzar la partida. Claro que te echo de menos como si te
hubieras tirado mucho tiempo en mi vida, quizá porque hacía mucho tiempo que
nadie entraba en ella con tanta fuerza. Claro que soy consciente de que te
reconocerías en estas líneas, tú que quisiste leerme y yo nunca te dejé por
puro pudor a que me descubrieras vulnerable. No sabes cómo me gustaría ahora
enseñarte mis debilidades y mis textos, y susurrarte lo mucho que me molesta
estar escribiendo sobre ti ahora que no estás, cuando lo intenté frustradamente
mil veces estando a tu lado y no me salió ni una sola letra. Ojalá que nunca me leas, porque podría
recorrer por tu espalda el escalofrío de la nostalgia, del amor y del error.
Podrían asaltarte las dudas y replantearte nuevamente algo que parecíamos tener
muy claro. O no. Ojalá que no me leas y nunca
te enteres que me acuerdo tanto de ti que he dejado de acordarme de otros.
Ojalá no sepas que eso para mí es todo un triunfo. Claro que te echo de menos,
pero no te preocupes que no te lo voy a decir, porque sé que dejar ir a quien
ya no quiere estar, es la mayor demostración de amor propio que existe. Porque
una cosa es dejar las ventanas abiertas y otra, muy distinta, asomarse a esa
ventana a llamar a gritos a quien se quiso ir por la puerta grande. Ojalá que no me leas y no sepas que sigo
guardando el último beso, las promesas del último día y los planes que no
llegamos a hacer.
Claro
que te echo de menos, pero no me preocupo por esto que me pasa, porque sé que
me pasará.
Atentamente,
lo que pudo ser y no fuimos.
Es intensamente lo que yo siento por él. Lo has descrito con cada detalle, es increíble. Gracias
ResponderEliminarGracias a ti por pasarte, Sara. Espero que sigas haciéndolo :)
EliminarGuau, tan calcado a lo que me pasa que da impresión. Ojalá aprender a estar bien y no tener que pensar en fantasmas.
ResponderEliminarGracias! Mucha suerte, cada día un poco mejor, ya verás.
EliminarUn abrazo.
Es increíble, precioso!
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