Léeme:

Siguenos en Blogger Siguenos en Facebook Síguenos en Twitter

jueves, 20 de julio de 2017

Y no se me pasó.

¿Cómo puede echarse de menos lo que nunca se ha tenido? Fácil, yo te echo de menos porque jamás te eché de más mientras estabas, y sin embargo, tampoco nunca quise tenerte. Qué detestable me ha parecido siempre esa concepción de propiedad hacia las personas, hacia lo que otros son y la forma en que otros desean vivir. Pero no, yo nunca quise tenerte; yo sólo quería que tú fueras como eres. Y mira que eso me hacía cargar con defectos a veces desesperantes y con dificultades novedosas, pero, contradictoriamente, hasta eso me gustaba. Quería que me hablaras de sueños y de pasiones, de desvelos y preocupaciones, de curiosidades y metas. Quería beber de la fuente de todo aquello que sabes, beneficiarme de tu curiosidad para saciar la mía, aprovecharme del tiempo que tú habías invertido en entender cosas sobre las que a mí no me daba tiempo a reparar. Quería quedarme a conocer lo malo con la valentía de quien tiene tantas heridas que ya no teme las ajenas. Yo no quería coser tus cicatrices ni taponar tu dolor para que dejara de sangrar, porque también respeto que esa parcela de intimidad es sólo tuya. Y te aseguro que de la misma manera que pido que no dirijan mis tristezas y mis ausencias, me levanto cada mañana con la intención de respetar las del resto.
No fue por ti, de verdad. Me fui porque yo, que tantas cosas quería contigo y que tanto me quiero a mí, estaba empezando a perderme sin querencia tuya. No me malinterpretes, créeme que valoro con melancolía todo lo que me ofrecías, pero una noche me asaltó el temor que no esperaba volver a tener, (que en realidad nunca tuve porque siempre fui imprudente hasta que empecé a quererme) y creí que era posible que me volviera a perder en las palabras de alguien que en realidad no iba a estar nunca, en los ojos o en la sonrisa efímera de una quimera.
Veréis, yo le dije “ya se me pasará” a alguien con quien quería que pasara todo. “Ya se me pasará” como si los sentimientos fueran el azucarillo disuelto en el café de la mañana, como si no hubiera abierto ya una brecha emocional al contarle cosas que siempre me costó contar, y hacerlo, además, sin dificultad alguna. Y pasaron los días y él no se pasó de largo. Y pasaron otras cosas como la rutina, el agobio, las carcajadas, las ilusiones y los planes. Y pasaron sus recuerdos y desaparecieron los de otros; apareció la melancolía y me pilló trabajando y yo le sonreí soberbia como si hubiera ganado algo al perderle. Como si hubiera pasado él cuando sólo pasaba el tiempo. Quiero gritar y ni siquiera le hablo, pero tampoco el silencio hace que se pase.
No sé a quién le escribo, pero hacía mucho que no escribía tan de verdad. Lo que sí sé, con toda certeza, es que esta vez no le escribo a confusión alguna, ni a dependencias, ni a necesidades, ni a temores o añoranzas vacías. Ni le escribo a lo que tardó tanto en llegar pero duró tan poco, a la frustración o a la rabia. No, porque esta vez yo no buscaba que pasara ni buscaba encontrarlo en él. Quizá justamente dejar de buscarlo es siempre el único motivo de que ocurra. Hoy le escribo a lo que hace mucho tiempo no me pasaba y ahora que ha pasado no termina de pasarse del todo.  Puedo asegurar que es un momento, una chispa que desata un sentimiento, un temblor irracional y un cosquilleo inexplicable, una conexión que escapa a la lógica. Sin más, pasa. 
Me fui demasiado pronto para remediar lo irremediable y evitar que apareciera esa incertidumbre que siempre me ahoga, pero nunca terminé de irme.
Que sigo aquí, sin esperas ni pausas, con deseos y ganas. Que sigo riendo, llorando, bailando, leyendo y escribiendo, y que sólo querría, por unos instantes, poder contárselo como si nada hubiera pasado. Como si mi forma de sentir no se hubiera pasado. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario