A la que ama su condición de mujer,
a toda aquella persona que se siente mujer,
a los que respetan sin excepción a todas las personas,
a los que apuestan por una educación en igualdad.
A la del pelo rubio,
moreno, rojo, verde o azul, a las que se enamoran sin importar los colores, y han aprendido a amarse a sí mismas. A
la de la falda corta o larga, a la que lleva siempre los pantalones de su vida,
a la que se pinta todos los días los labios rojos de pasión y a la que jamás se
maquilla, simplemente, porque no le da la gana. A la que lleva por bandera la igualdad y la defiende en cada acto y
cada acción, también en las cotidianas, también en la expresión de las palabras
que puedan ayudar a otras. A las que son madres y a las que no lo serán
jamás, a las que valoran, escogen y deciden su propio futuro sin presiones
sociales, laborales o sentimentales. A las que lloran y gritan, se enrabietan y
se quejan, a las que identifican los problemas y buscan la solución. A las que asumen que la propia definición
de humano nos vuelve vulnerables, equívocos, y sensibles, y dejan de buscar la
perfección, la excesiva exigencia y la culpabilidad exacerbada. A las que
eligen casarse y a las que deciden vivir solteras. A la que ven en los ojos de
la compañera una necesidad de apoyo, de comprensión y de amor, y se lo entrega
sin límite, tatuándose en el pecho la palabra sororidad. A la que siempre ha
sido libre, a la que busca la libertad que nunca debieron arrebatarle, a la que
ayuda a liberarse a otras. Por las que ya
no están y jamás deberán caer en el olvido, a las que fueron asesinadas en
manos de la violencia machista, para que sus nombres y su recuerdo impliquen
siempre voluntad de cambio, implantación de medidas efectivas y reales para
luchar contra esta lacra, y la movilización de todos los sectores de la
sociedad. A las que se merecen un puesto ejecutivo de alto cargo y el
machismo se lo niega, para que sean ejemplo de superación y se les dé el
reconocimiento y visibilidad que merecen. A las que tantas veces se han sentido
acosadas, humilladas, vilipendiadas o cosificadas como objeto sexual, para que
no se le reste nunca importancia a su situación y se conciencie a la sociedad
sobre la suma gravedad de estas conductas. A las que no se cansan de luchar en pro de
la igualdad de oportunidades y derechos que como ser humano nos corresponde. A todas, pero también a todos, porque todos somos parte de este cometido: recordemos, que hoy no es un día de felicitación, sino de reivindicación, y que lo celebraremos todos juntos cuando el incansable esfuerzo por lograr lo que es nuestro se vea al fin cumplido, cuando los derechos de todos caminen de la mano hacia un futuro en igualdad, paz y respeto.
A ti, mujer, compañera, hermana, amiga, que te quede claro:
Que no tienes porqué
ser la súper heroína eterna, ni la mujer diana en la que los demás clavan los dardos
de la culpa ajena. Que no eres frágil, ni torpe, ni inferior, ni ningún otro calificativo absurdo. Que no estás loca por reivindicar tus derechos, ni eres una exagerada
por frenar cualquier actitud ofensiva. Que no eres bella por exigencia, ni
acomodada por natural, ni mucho menos provocativa por libre. Ni mala por
inteligente, ni tonta por bondadosa. Ni la mujer perfecta, ni la fea, ni la
guapa, ni la alta, ni la baja, ni la gorda, ni la flaca. Ni la excepción a sus
reglas, ni la regla de medidas tasadas en la que, supuestamente, debes encajar. Que hagas de tu cuerpo la extensión de tus ideas, que lo reconozcas frente al espejo, lo beses cada mañana y lo disfrutes como únicamente tuyo, con el poder de decisión que eso conlleva siempre. Que no intenten clasificarte, que no te pinten de rosa sino te gusta, que no te planten vestido sin decidir, que no te hagan presumiblemente débil, vulnerable o sumisa. Que tú no sólo eres una mujer, sino que puedes ser todas y cada una
de ellas, que puedes ser quien quieras, como quieras, donde quieras y cuando quieras.
LIBRE.
Que se enteren de una vez, alto y claro, no pretendemos que
nos aplaudan, ni procuramos que nos glorifiquen, ni necesitamos que nos
representen. Que, simplemente
exigimos, sin excepciones, que nos respeten en igualdad.