Tienes un pinchazo en el lado izquierdo
del pecho. Un pinchazo que late con cada minuto que corre en tu contra, quién
sabe si a tu favor. Un pinchazo por cada decimal que necesitas para entrar en
esa carrera, o en esa Universidad, para aspirar a una nota media tasada en
función del número de alumnos que aspiran a un futuro similar al tuyo.
¿Recuerdas cuando le decías a tu madre que querías ser médico y salvar vidas? ¿Y
de aquel día que construiste tu primer mecanismo en tecnología y decidiste que
querías ser ingeniero? Y tú, ¿te acuerdas cuando le contabas a tu hermano que
tu sueño era ser abogado para defender a los demás de las injusticias? ¿O
cuando te abriste un blog para ir abriéndote paso en el mundo del periodismo? Yo
sí. Yo me acuerdo de la voz de mi conciencia susurrándome que me levantara a
horas intempestivas para repasar una vez más un temario molido. Recuerdo el
agotamiento debajo de mis ojos y los bostezos en el autobús de camino a un
examen. Recuerdo las manos temblando antes de darle la vuelta al folio, los
subrayadores de colores infinitos y el primer café de la mañana. Pero, sobre todo, recuerdo a mi amiga
abrazándome después de un examen, a mi padre diciéndome que estaba orgulloso de
mí, a mi abuela preocupándose por si comía y dormía en condiciones. Recuerdo a
todos los que forman mi vida y me han demostrado durante los meses de esfuerzo,
sacrificio, sudor y lágrimas que mi vida es mucho más que una nota, que se compone de apoyo y cariño, de besos
salvavidas y palabras de suerte. Por eso, hoy quiero decirte que te calmes
y respires profundo, que te enorgullezcas de tu esfuerzo y, como ya te dije una
vez, que no te rindas. Que no te rindas porque estás empezando a vivir y tienes
por delante una carrera larguísima de triunfos y derrotas, de alegrías y
sinsabores, de logros y decepciones. Una carrera que te formará como
profesional y te enseñará los conceptos básicos para desarrollar una labor con
la que llevas soñando más de media vida. Y que, además, te aportará otras
innumerables aptitudes para hacer frente a las adversidades laborales y personales,
porque las habrá, pero estoy segura de que sabrás superarlas si consigues mirar
cada dificultad como una oportunidad de mejorar y no te cansas de intentarlo. La
vida es la acción de vivir y no hay mayor triunfo que aprovecharla al máximo. No te rindas, porque, aunque no lo creas, ya
lo estás consiguiendo.
lunes, 11 de junio de 2018
jueves, 7 de junio de 2018
Ojalá.
Ojalá que veas el agua correr y no le temas, que aprendas
a tirarte a la piscina para nadar hasta lo que deseas. Ojalá que rías muy
fuerte y sepas curar la pena a carcajadas. Ojalá
que nunca le tengas miedo al miedo y afrontes la adversidad como una
oportunidad de crecimiento. Ojalá que te equivoques de formas muy variadas
y comprendas que ese privilegio también es parte del vivir. Ojalá que ames a
raudales y quieras a rabiar, que nunca te parezca de débiles demostrarlo y
soluciones los conflictos con palabras y besos. Ojalá que creas en la libertad
por encima de todo y defiendas tus ideas con respeto y pasión. Ojalá que seas
ministra, astronauta, abogado, agricultor, periodista o poeta, que seas lo que
quieras ser, pero, sobre todo, por encima de cualquier otra cosa, que seas
buena persona. Ojalá nunca te sea indiferente el dolor ajeno, ni el propio, y observes
con perspectiva el mundo que te rodea. Ojalá
me veas siempre como un apoyo, porque te prometo que yo evitaría el invierno con
tal de que no pasaras frío, que pondría mis rodillas en cada una de tus caídas
para evitarte el golpe, que protegería tu corazón de intrusos para que no te lo
rompieran y velaría todos tus sueños para que se hicieran realidad. Que yo
por ti sería medicina y tirita, súperheroína y ángel de la guarda, memoria y
olvido, almohada y comodín. Pero no
puedo, porque no puedo protegerte de la vida, quiero que la vivas y que la
vivas libre y completa. Ojalá que la disfrutes al máximo, que cantes en la
ducha y bailes hasta el amanecer, que te esfuerces por superarte, abraces tus
propios éxitos y cuides con mimo de tus fracasos. Ojalá que seas tú mismo y
estés lleno de imperfecciones, que te ames y te respetes con todas ellas y no
caigas mucho en ese esfuerzo de aparente perfección que tanto se predica hoy
día. Ojalá que te quieras tanto tanto
como yo te quiero a ti.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)