Busca unas amigas con las que celebrar la vida. Unas
amigas que aguanten contigo hasta el amanecer en noches de bailes y tequila.
Unas amigas que te quiten el móvil cuando la nostalgia amenace con escribir de
nuevo a quien nunca lo mereció. Unas amigas que, cada año, vivan tu cumpleaños
con más emoción que el suyo propio. Unas que tengan más ilusión que vergüenza y
más proyectos que recuerdos. Unas que se vuelvan locas programando un viaje
contigo, y que les dé igual si se trata de un pueblo perdido de Castilla, o de la
ciudad más conocida de Europa, porque lo importante es tu compañía; porque lo
importante sois vosotras. Unas amigas con las que llenar los álbumes de fotos y
la retina de anécdotas. Pero busca, también, unas amigas que sepan estar a la altura de las circunstancias cuando
las circunstancias se tornan extraordinariamente putas. Unas amigas que
valoren tu presencia y noten tu ausencia, que te hagan formar parte de
historias en las que te añoran. Unas amigas que te manden audios en mitad de
una madrugada para que escuches una canción o para decirte que te quieren. Busca
unas amigas que te escuchen, aunque el tema tenga nombre propio y esté pasado
de moda. Unas amigas que te abracen antes de regañarte cuando vuelves a besar
la misma piedra equivocada y que te recuerden lo que vales antes de reiterar
ese maldito “te lo dije”. Unas amigas que te impulsen a cumplir tus sueños y
jamás te dejen tirar la toalla. Busca
unas amigas que te protejan de frente, pero, sobre todo, que te defiendan a la espalda.
Unas amigas de las que puedas sentirte orgullosa como amiga, pero también como
persona. Búscalas. Y cuando tengas el
enorme privilegio de encontrarlas, abrázalas y no las sueltes.
domingo, 14 de abril de 2019
martes, 9 de abril de 2019
Que viváis.
En
uno de los peores momentos de mi vida me di cuenta de que tenía dos vestidos nuevos
que no sabía cuando iba a estrenar, que guardaba para una fecha que, en una
remota posibilidad, podría no llegar nunca. No me malinterpretéis, este texto
no habla de tristeza ni de drama alguno; estas letras están destinadas a pediros,
por favor, que viváis. Que viváis cada día sintiendo la fortuna de estar vivos
y que tratéis de dejar una huella de bondad en el mundo. Quiero pediros que
descolguéis el teléfono y os reconciliéis con aquella amistad que se rompió por
una discusión cuyo motivo ya ni recuerdas. Que escribáis ese mensaje que dejáis
sin enviar cada Nochevieja, pero que esta vez lo hagáis llegar a su
destinatario. Que dejéis de sentiros ridículas por amar y comencéis a daros
cuenta de lo ridículo que es pensar que siempre habrá un futuro para decir te
quiero. Que salgáis a la calle y os enamoréis como locos, que nunca os olvidéis
de amaros a vosotros mismos. Que dejéis de besar bocas embusteras, cobardes, o
bocas que, simplemente, besáis por compromiso. Y que dejéis que la pasión
gobierne un poco más vuestra vida. Quiero pediros, también, que no pospongáis
más vuestros sueños, ni los más pequeños ni los más grandes. Que dejéis de
aplazar ese curso que tanto os interesa y fijéis de una vez la fecha para el
viaje a vuestro destino favorito. Qué quedéis de una vez con las personas importantes
para las que nunca hay tiempo, porque a veces pasa que deja de haber personas.
Que abracéis a vuestra madre y la hagáis saber que ella es todo lo que
necesitáis un día de tormenta. Por último, quiero pediros, que estrenéis todos los vestidos y zapatos de
vuestro armario, porque no hay mejor ocasión especial que el milagro de estar
vivos, ni mayor celebración que la de poder contarlo.
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