Léeme:

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domingo, 29 de enero de 2017

Y me enamoré.

Todo lo que a mí me enamoro de ti, estaba en mí.


No sé si me entiendes, que yo me enamoré del vuelo libre de mis alas cuando tú me abrías el cielo; me enamoré de mis temblores de piernas las noches que sabía que iba a verte; me enamoré de la sonrisa estúpida que se me ponía en las fotos en las que tú sujetabas la cámara; me enamoré de la mujer sin límites que se reflejaba en la parte más oscura de tus ojos; y, aunque te parezca mentira, me enamoré de la fragilidad y la simultánea valentía que sólo descubrí al quererte.
Y, será por eso, que aunque tú ya no estés, yo sigo aquí, perdidamente enamorada de ti.


- Imagen extraída de UPSCL.


jueves, 26 de enero de 2017

El mejor tiempo de mi vida.

Hubo un tiempo en el que nos quisimos más de lo que está permitido. Era mediados de abril y la primavera empezaba a florecer en tu sonrisa. Me mirabas como si el mundo entero dependiera de mi voluntad, como si tuviera en los bolsillos la cura para todas las soledades. Luego llegaron las mordidas de labios desde lejos, las comisuras siempre torcidas, las miradas de reojo desde la otra acera, y el disimulo de querernos sin presiones cada noche.

Ya te digo que era abril, pero lo único que recuerdo es el calor que me abrasaba cada vez que te veía, y es que en mi cuerpo era agosto cuando te tenía cerca, y el Mediterráneo bañaba mi vida cada vez que me besabas. Hubo un tiempo en el que nos quisimos, en el que no había conversaciones pendientes, ni palabras agolpadas en la garganta. Sin embargo, ahora hay días en los que el Mediterráneo se me acumula en los ojos y tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no desbordarme. Hubo un tiempo en el que nos quisimos y, sin dudas, fue el mejor tiempo de mi vida. Por eso no entiendo cómo dejamos que se llenara de desconfianza la playa de nuestra historia; nosotros que éramos la envidia de todos los románticos de la ciudad, que nos convertimos en la inspiración de todos los cantautores enamorados. Dime, cómo nos llenamos de reproches y de secretos compartidos con otros, si yo te lo dije bien claro: amigos antes que amantes, mi niño. Pero a ti se te olvidó, yo nunca te lo recordé y llegaron las excusas. Las excusas que no son otra cosa que mentiras disfrazadas de buena voluntad. Éramos tan jóvenes que creímos estar en la posición de arreglarlo todo con un simple perdón, y no reparamos en que la desconfianza te asfixia siempre, que el silencio separa más que cualquier palabra. Dejamos que opinaran los románticos y ya no éramos ni tú ni yo. Nos mirábamos, sí, pero con misterios sin resolver, con gritos en las pestañas ahogados por la formalidad. Hubiera preferido que nos gritáramos e, incluso, reventar los cristales si con ellos hubiera muerto la desconfianza.


Hubo un día en el que nos quisimos y no sabes cuánto lamento que el paraíso fuera tan efímero y tan arrebatador.  Que si se trata de querer, te digo que sí, que el amor sigue creciendo a raudales en esta vida que un día te entregué, que nadie ha ocupado un lugar que parece irremplazable desde que te fuiste, pero que, sin embargo, no consigo juntar las piezas de aquella confianza ciega, y por lo que se ve, tú tampoco. Ojalá pudiéramos ser los de antes mi niño, porque si fuera posible olvidar lo que duele, créeme que ya hubiera tocado con mi varita mágica el tormento de nuestros recuerdos.


- Foto de la película: Todos los días de mi vida.


lunes, 23 de enero de 2017

Emociones.

Me duelen las emociones. Me llora el abrazo que no nos dimos, el beso lanzado al aire, el te quiero que se nos quedó entre los dientes. Me vibra de amor el pecho y todas las constantes hablan de nosotros. Pero por fin, hemos estado juntos y la sensación ha sido como si nunca hubiéramos estado solos. 
Gracias, me has salvado de soledad. Voy a quererte siempre.


domingo, 15 de enero de 2017

Para siempre.

Quizás sea pronto para decirte esto, pero hoy he venido a susurrarte un para siempre. Voy a estar contigo, a ser de mí, y a amarte a ti, para siempre. Cuando estés enfermo, y sujetar mi mano te sirva de medicina. Cuando yo esté enferma, y sólo deseé que me acurruquen tus brazos. Cuando te desanimen los reveses de la vida, y a mí me desesperen las metas demasiado complejas. Cuando tus amigos comiencen a contar conmigo en sus planes, y tú empieces a entender las bromas y expresiones de las mías. Cuando ellas te consideren su propio amigo. Para siempre. Cuando nos tumbemos juntos bajo el sol de agosto y el verano se traduzca en una inversión de caricias, en largas jornadas de amor. Cuando elijamos el sofá en el que nos acurrucaremos en nuestro primer piso juntos. Y cuando hagamos la comida, la cama y el amor hasta llenar de placer cada rincón de esos 60 metros cuadrados. Cuando hablemos del futuro que ya es presente, y la palabra nosotros encabece cada alternativa. Para siempre. Cuando celebremos mis logros y yo recoja tréboles en honor a tus triunfos. Cuando aparezcan otras personas llenas de virtudes y nos miremos con la absoluta convicción de que nos elegiríamos cada día de nuestra vida porque la decisión de estar juntos carece de fisuras, de amenazas y de tentación. Cuando hablemos, quizá, de los hijos que tendremos, con la seguridad de que eres tú el hombre al que quiero llamar hogar. Cuando discutamos y nos equivoquemos. Cuando nos perdonemos los errores, nos descubramos humanos y nos reconciliemos con mayor precisión. Para siempre. Cuando mis ojos se llenen de arrugas, producto todas las veces que me has hecho reír. Y cuando tu pelo se vuelva blanco, como la nieve de aquel invierno en que me empezaste a querer. Para siempre.


Por suerte o por desgracia, la vida no es predecible y sus caminos son inciertos. Sé que algún día todo se puede romper. Por eso, si te digo que voy a quererte para siempre, no es porque pueda adivinar nuestro futuro, sino porque ya me he imaginado viviendo todos mis sueños junto a ti. 


miércoles, 11 de enero de 2017

Mentiras.


Le dije que no quería volver a saber nada de él. Mentí. Mirándole a los ojos, mentí. Le dije que durante su ausencia no le había echado de menos. Mentí. Que ha habido otros detrás de él. Que las noches ahora vuelven a ser cálidas. Cuantas mentiras. Le dije que no había sabido hacerme feliz, que fue un capricho entre tantos. Mentí al decirle que yo nunca me enamoro, que lo mío con su risa había sido un pasatiempo. Que nunca había sentido celos al verle acercarse a otra, que me era indiferente con quién compartiera almohada. Él agachó la vista y yo le seguí mintiendo. Mentí porque hay mentiras que son barcos en mitad del mar, porque hay verdades que ahogan. No fue por orgullo, lo juro. Mucho menos por despecho. Fue por supervivencia. Mentí por no admitirle que si volvía a besarme terminaría de romperme. Porque si no le mentía tenía que asumir que desaparecer de su vida fue un último intento de salvación. Que no soporto imaginar que mira a otras con los mismos ojos que me mira a mí y que me aterra recordar lo indefenso que le sentía en mis brazos. Le mentí porque hablarle de mis ansias por buscarle era igual que abandonar las armas y entregarse al enemigo. Que quise correr y hablarle de amor pero no lo hice por miedo a que no comprendiera mis palabras. Y que por eso le escribo lo que nunca le voy a dejar leer mientras a la cara le miento. Porque ya sé que lo que mal empieza, mal acaba. Porque esta vez tenía que proteger mi suerte. Mentí porque él no dudó en hacerlo, porque yo le hablé de felicidad y él prefirió no creerme. Que no era importante para mí, eso le dije y no me tembló la voz. Porque preferí mentir una vez a vivir con incertidumbre toda la vida. Mentí porque no podía seguir quemándome en el infierno de las dudas, porque nadie debe luchar para que le quieran. Elegí que se fuera porque nunca se quedaba del todo. Y es que sus decisiones son tan absurdas como mis mentiras, y he preferido darle verdaderos motivos para desconfiar de mí, así no tiene que inventárselos. Mentí para ponerle fácil la huida, para que en sus noches no volviera a soñar con besos de gnomo, ni con abrazos valientes. Para que se confirme su estúpido pensamiento de que las cosas tan buenas no pueden ser ciertas. Para que crea que no existo, que fui un espejismo. Para que se vaya él, por si acaso yo no consigo abandonar. Y maldita sea su desobediencia, que fue la primera vez que tuvo claro que quería quedarse y luchar.






domingo, 8 de enero de 2017

Carta a mi sobrino.

Hola bebé:
Esta carta recopila tan sólo una mínima parte de todas las palabras que te dedico cada día, a pesar de que tú todavía no puedas entenderme.
Te escribo, por si con el paso de los años, me olvido de alguna de las premisas que me prometí el día en el que me dijeron que estabas en camino. Ese día lo recuerdo como una nube de algodón mullidita a la que me subieron para anunciarme de que existía un privilegio todavía más hermoso que el de tener un hermano, y ese era, únicamente, el de que mi hermano me diera un sobrino. Sobrino, que palabra tan completa, tan bella, tan repleta de amor; el fruto lleno de vida de mi propio igual.
Quería decirte que desde que supe que venías en camino he procurado, cada día, ser una mejor persona, con el único fin de otorgarte un pedacito de mundo mucho más justo y bonito. Siento si a veces no me sale del todo bien, pero hay tanto por aprender que me asusta y me emociona a partes iguales. Tienes la piel nueva, sin cicatrices ni experiencias, pero déjame decirte que yo no quiero meterte en una burbuja para que jamás corras riesgos, quiero que vivas tu vida con prudencia, pero, sobre todo, con felicidad. Que arriesgues para hacer realidad tus sueños, y confíes en que la suerte es un valor al alza que depende de ti mismo.
Me da igual si con el tiempo te pareces a papá, a mamá, o incluso a mí, porque lo que más deseo es que seas tú mismo y no te compares jamás con nadie. Tus padres tampoco quieren que seas como ellos, reconocen sus aciertos y fallos y confían en que tú tengas los tuyos propios. Un niño no tiene que ser el reflejo de nadie, sino un ser único, querido, respetado y admirado por lo que es.
Te quise desde antes de saber que ocupabas un diminuto sitio en esa barriga que tantas veces llené de cosquillas, y sé que ninguna ilusión será comparable al día en que te oiga llamarme tía.
Ojalá que llores, que llores fuerte y alto todo lo que necesites. Que entiendas que las personas valientes no son las que menos lloran, sino las que menos arriesgan. Ojalá que dudes y pidas consejo, y  que seas honesto para reconocer tus fallos y amarte con todos ellos. Valiente, también, para perdonarte y perdonar, para asumir decepciones y bucear entre inseguridades.
Yo mataré tus miedos durante todo el tiempo que me sea posible, y espero que encuentres en mis brazos el escondite perfecto en los días de tormenta. Pero sé, que aunque yo vaya a estar esperándote siempre, llegará un momento en que tus miedos sólo puedan ser vencidos por ti mismo, en esos momentos yo quiero ser el consuelo, el abrazo cálido, la palabra de ánimo.
Ojalá que te sientas el ser más querido y pidas todos los besos que necesites, pero jamás te sientas obligado a dar uno que no quieres. Que no te enseñen a ser sumiso, ni a obedecer prejuicios sociales, que pienses por ti mismo y elijas siempre tus propias ideas. Pequeño, que seas buena persona y vivas acorde a tu identidad personal.
Ojalá que perdure en tus ojos la inocencia bendita de la infancia y me peses en los hombros durante muchas cabalgatas de Reyes, porque tu mirada de ilusión es el regalo más valioso que me han hecho nunca. 
Quiero que sepas que habrá que regañarte, aconsejarte, guiarte, y que esas serán las mayores muestras de amor que tus mayores te darán, porque a través de ellas te regalarán educación, respeto y valores cívicos. Después de eso, elige. Sí, mi amor, sopesa y elige por ti mismo la profesión de tu vocación, el amor de tu vida, la ciudad de tus sueños. Sé libre y vuela altoNo te olvides de que tu tía podrá ser siempre tu hogar, tu refugio y tu luz.
Por último, quiero pedirte perdón por los errores que seguro cometeré y rogarte que entiendas que este tipo de amor es tan nuevo y maravilloso que me tiembla hasta el alma.

Tan pequeño como eres, has sido capaz de crear en mí el amor más grande.


miércoles, 4 de enero de 2017

La vida se mide en personas.

Dicen que la vida se mide en los momentos que te dejan sin aliento, y no es verdad.
La vida se mide en las personas que te prestan su propio aire, cuando un mal golpe te deja sin respiración.

- Imagen extraída de ideaswu

domingo, 1 de enero de 2017

Manifiesto 2017.

Dos mil diecisiete carcajadas a destiempo; de esas que llegan como un rayo para partirte en dos, de la risa. Trescientos sesenta y cinco besos llenos del deseo de uno más. Besos en los que se apaguen todas las luces de la ciudad, besos con los que corra a raudales la pasión y la ternura, besos que sepan a comienzos en los que el punto de riesgo se convierta en ilusión. Besos y más besos
Un año lleno de triunfos, con la consciencia de que a veces tendrán que nadar entre algún fracaso humano, para salvar un aprendizaje nuevo. Seis formas de llorar para contribuir al oleaje salado de sentirme viva: el llanto cansado, la lágrima involuntaria, la rabieta desesperada, la emoción agolpada en el lagrimal, las gotas de alegría, y el infinito agua del desamor. 
Doce mil formas nuevas de abrazar a los míos, para que sepan que lo que yo celebro tiene más que ver con su compañía que con el calendario, y que el amor es la única tradición que no pasa de moda. Publicar mi primer libro y que me lleguen fotos con sus textos de lugares en los que me encantaría perderme por primera vez. Descubrir que en Argentina me leen en invierno pero no hace frío, y, sin embargo, mis palabras pueden servir de abrigo en una tarde de agosto. 
Que me muestren mis errores para aprender de ellos y feliciten mis aciertos para recordar el sentido del camino. Quererme por lo que soy, cambiar sólo para mejorar mi propia visión de mí misma. Y que el mejor espejo sea una conciencia tranquila. Un año nuevo. Un año al cuidado de los besos de mi abuela, del recuerdo dulce de mi abuelo.
Un año en el que me enamoraré con la fuerza arrolladora de un huracán, pero en el que no me olvidaré de quererme a mí misma ni un solo día. Esa lección se la debo al 2016; eternas gracias a ese dolor tangible que me hizo descubrir una parte de mí tan realista como necesaria: yo también podía romperme en mil añicos, para más tarde reconstruirme con paciencia y voluntad. Un año en el que espero aprender a callarme menos, a hablar un poco antes de que el silencio se vuelva en mi contra y me deje sorda de anhelos ahogados. Sí, también voy a esforzarme por aceptar mis propios errores y ejerceré en innumerables ocasiones el derecho a perdonar, a perdonarme.
Será un 2017 en el que bailaré, al menos, veinte sábados alegres, y le quitaré un poco de dramatismo a los domingos por la tarde con un buen libro, música y una taza de café. Seguiré disfrutando de los detalles más pequeños, porque son los que más feliz me hacen. Me comeré a besos a mi sobrina, descubriré el mundo a través de sus ojos. Encontraré el sitio perfecto para volverme a tatuar, y procuraré no olvidarme de que cada caída y cada cicatriz son parte de lo que soy, que debo amarme con todo. Seguramente, bucearé entre agobios algunas veces, y estiraré las 24 horas del día queriéndolas llenar un poco más de vida. Me pararé a tomar aire cuando lo necesite, y me felicitaré a mí misma por el camino andado. Vaciaré la mochila de piedras que me restan movilidad y sólo me aportan prejuicios. Seré yo misma. Saltaré, amaré, besaré, me caeré, gritaré, reiré, abrazaré, bailaré y aprenderé.
Quiero vivir el 2017 como si este año pudiera descubrirlo todo con la ilusión de la primera vez. Porque, a fin de cuentas, la vida es el único hallazgo que no se repite dos veces en la Historia.

Es tu propia historia. Vívela.