Que
tú no eres el total de mi vida, ni eres mi vida, ni eres el motivo por el que
la vivo. Que tú eres el detalle que mejora cada acción, la perspectiva bonita
de todas mis panorámicas, el abrazo tranquilizador al finalizar un día de
mierda. La espuma de mi café caliente, las palomitas en mi película favorita,
la cafeína de mis refrescos. Que
tú eres las manos que me calientan en pleno invierno, la chimenea de la casa
del pueblo, el olor a ropa limpia en una tarde de verano. La fuerza justa de mi cerveza, el
aperitivo del domingo al mediodía, mi canción favorita en un viaje en tren. Tu
eres la fuente inesperada en una ruta por el desierto, un día de playa en mitad
del otoño, un cartel de bienvenida al bajar del avión. El brillo en los ojos al tenerte
cerquita, la ilusión en el estómago al verte venir de lejos, la sonrisa boba de
un mensaje inesperado.
Que
no, que tú no eres toda mi vida, ni eres el motivo por el que la vivo. Que mi
vida es mía, y yo soy de mí y de nadie más. Y que claro que podría vivir sin ti, pero tú eres la suerte, la
casualidad, la bendición y el puto milagro más bonito de mi existencia. El
detalle que arregla la rutina, la pasión que rompe los domingos, y las palabras
de ánimo que hacen bonito un lunes. No
eres mi vida, eres la persona con la que quiero compartirla, sentirla, amarla,
abrazarla, bailarla. Eres el
destino en el que decido formar hogar, no porque seas mi vida, sino porque
decido vivir una en común contigo, por ahora, por mañana, por todos los futuros
que estén por llegar.
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