Cómo
no vas a quererla si has visto en sus ojos los atardeceres más bellos, si ha
hecho con sus abrazos el mejor de tus abrigos. Cómo no vas a protegerla, si de su boca no sólo han salido palabras
para defenderte, sino también las verdades en que se apoya vuestra confianza.
Cómo no vas a quererla si has descubierto en su ombligo el secreto de la
juventud eterna, si jamás unas piernas pisaron con tanta fuerza el mundo. Cómo
no vas a quererla si su espalda es el lugar donde quieres irte de vacaciones,
si su cuello es el hogar en el que fundar una familia. Cómo no vas a quererla si cada vez que se suelta el pelo le declara la
guerra a todos tus miedos, si nunca la valentía había tenido una definición tan
exacta como la que abandera su risa. Cómo no vas a quererla si le hace
justicia al destino cada vez que te dice te quiero, si es la suerte que nadie
se jugaría al azar, pero por la que todos apostarían.
Dime,
cómo no vas a quererla tú,
si la
querría cualquiera
y sólo
contigo se entrega.
Imagen extraída de Pixabay.
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